jueves, 18 de diciembre de 2014

Saboteur (Sabotaje, Saboteador) – 1942

Argumento: Barry Kane (Robert Cummings), un joven empleado de una fábrica de aviones, es acusado de un acto de sabotaje que causa la muerte de su amigo. Perseguido por la policía, decide encontrar al hombre que causó el estrago, Fry (Norman Lloyd) para lo cual emprende una carrera a través de Estados Unidos.-

Saboteur bien puede ser considerada como una remake hollywoodense de Treinta y nueve escalones, película con la que guarda muchas similitudes. Aquí también tenemos por héroe a un hombre común acusado de un crimen que no cometió, perseguido por la policía y por los villanos, desplazándose a través del país, conociendo a otros personajes que intentarán ya sea ayudarlo o delatarlo y ganando además el corazón de una joven. Sin embargo, encontraremos aquí temas “nuevos”, que no estaban presentes en su predecesora, además de una mayor estilización visual.-

Los títulos de la película anuncian no sólo el tono sino también el tema (amén de que Saboteur sea un título más que explícito) y el contexto del ataque de los conspiradores: la sombra de un hombre se proyecta sobre la pared metálica de un taller mientras escuchamos una música dramática. Esta decisión de Mr. Hitchcock nos pone en situación inmediatamente, pero además logra mucho en cuanto a la estructura de la película. En efecto, la introducción es muy breve y en pocos minutos nos encontraremos en pleno desarrollo pero no sentimos que esto afecte la distribución del tiempo en la película, en parte gracias a la preparación que dan los títulos iniciales.-

Pasadas las primera escenas, que incluyen un espectacular incendio en la planta de fabricación de aviones y un momento íntimo en casa de la madre de Ken Mason (Virgil Summers), el amigo de Barry, Mr. Hitchcock vuelve a recurrir a la estructura “por episodios” que ya había utilizado en Treinta y nueve escalones. En mi opinión, con una historia tan sencilla en la que no sucede demasiado (tenemos un protagonista que es acusado de un crimen que no cometió, busca al culpable, lo encuentra y en el camino presumiblemente desbarata a una banda de conspiradores), fue un acierto trabajar con esta estructura. Los episodios que más se destacan en la parte media, por la riqueza de los personajes secundarios que intervienen en ellos, son los que transcurren en la cabaña en el bosque, perteneciente a Philip Martin (Vaughan Glaser), el tío de Pat (Priscilla Lane), y en la caravana del circo que da un aventón a la pareja.-

Es en la cabaña del Sr. Martin, justamente, en donde se introduce en forma expresa uno de los temas “nuevos” con relación a Treinta y nueve escalones: el del patriotismo. Pat y su tío discuten acerca de su deber como estadounidenses. ¿Deben entregar a Barry a las autoridades porque está acusado de un delito contra la Nación o deben ocultarlo en virtud de la presunción de inocencia, pilar de un Estado respetuoso de la Constitución?

Otro de los temas de la película es, como tantas veces en la obra de Mr. Hitchcock, el de las clases sociales y especialmente el de los excluidos. Barry descubre pronto en la película que no cuenta con el favor de las autoridades, simplemente porque pertenece a la clase trabajadora. La policía se muestra siempre mejor predispuesta a escuchar las razones del Sr. Tobin (Otto Kruger), el respetable y acaudalado dueño del rancho al cual Barry llega en busca de Fry, que las de nuestro protagonista (algo similar ya le había sucedido a Richard Hannay en Treinta y nueve escalones en su intento por denunciar al Profesor Jordan). Más adelante, cuando se encuentra cautivo junto con Pat en la mansión de la Sra. Sutton (Alma Kruger) intenta recurrir a los invitados a la fiesta que se desarrolla en el salón principal, sin embargo no logra su atención porque no se encuentra convenientemente vestido. Así, nuestros protagonistas parecen afrontar mayores peligros cuando están ante una multitud de extraños que estando a solas con los villanos… La situación tampoco parece mejorar entre los propios desfavorecidos: cuando Barry y Pat suben a la caravana del circo encuentran que los artistas no logran unificar su postura. Aquí la discusión se centra en decidir si, siendo miembros excluidos de la sociedad, deberían entregar a los fugitivos para evitar mayores problemas con las autoridades o si por el contrario deberían hacer causa común con ellos y protegerlos. La votación por una u otra postura arroja un resultado muy apretado, lo cual evidencia que Mr. Hitchcock no creía que la cuestión fuera tan simple de resolver. Al año siguiente, el director volvería sobre este punto en Lifeboat (Náufragos), planteándolo en términos mucho más decisivos.-

Al igual que en Treinta y nueve escalones, en la cual la organización criminal era dirigida por el Profesor Jordan, un ciudadano en apariencia ejemplar, en Saboteur los conspiradores se encuentran mezclados con la sociedad e incluso ocupan posiciones prominentes. Parece depender de los habitantes comunes, tales como Barry y Pat, el unirse para combatirlos. Este es otro aspecto que Mr. Hitchcock se preocupa por resaltar en esta película y nos recuerda el contexto histórico en el cual fue filmada.-

Finalmente, como en casi todas las películas de Mr. Hitchcock, en Saboteur aparece la cuestión de la confianza como base de la relación amorosa. Pat avanza y retrocede en su proceso respecto de Barry y por ello intenta delatarlo dos veces. Sólo se convence de su inocencia cuando escucha de boca de los propios villanos la confirmación de que Barry no es uno de ellos. A partir de entonces jugará un papel esencial en la búsqueda de Fry que Barry continúa hasta último momento (como todo buen Mac Guffin, Fry permanece oculto hasta el último acto de la película), y será ella quien finalmente lo retenga en la Estatua de la Libertad hasta que el héroe y los policías (¡por fin se han puesto del lado correcto!) lleguen. En la última toma de la película, además, será ella quien tome la mano de Barry para ayudarlo a ponerse a salvo luego de que Fry caiga al vacío.-

Visualmente esta película tiene algunos momentos destacables, tales como la escena del incendio en la fábrica de aeronaves, aquella toma subjetiva cuando Barry se esconde de sus perseguidores bajo el agua, el plano de la caravana del circo mientras es inspeccionada por la policía (se trata de una toma trucada para la cual Mr. Hitchcock se valió de objetos y actores en tres escalas diferentes) pero fundamentalmente la escena final en la que Fry y Barry penden de la antorcha de la Estatua de la Libertad. Para ella se replicó el brazo y la antorcha de la estatua a escala natural, además de recurrirse a una toma trucada para el momento en que Fry cae al vacío.-

Y hablando de esta última escena, debo referirme al libro de François Truffaut, “El cine según Hitchcock”: el director consideraba que fue un error poner en peligro al villano, diciendo que debió haber sido el héroe quien estuviera a punto de caer para lograr mayor participación del público. Aquí discrepo con nuestro director: no sólo coincido con Monsieur Truffaut en que el momento es tan intenso que aún así tememos por la caída sino que además creo que involuntariamente Mr. Hitchcock logra aquello que tantas veces nos hizo sentir como espectadores, y es el deseo de que los planes del villano se cumplan. Ya he mencionado esto en el comentario a Secret agent, y es que Mr. Hitchcock disfrutaba poniendo al espectador del lado del villano para generarle una crisis de conciencia. En este caso, sabemos que Fry es una persona terrible, que además de causar el incendio inicial matando al amigo de Barry, desencadenó las desventuras del héroe y es responsable por la muerte de un inocente durante la proyección de una película (¡gran escena!, ¿no les recuerda a una similar en “Misterioso asesinato en Manhattan”, de Woody Allen?), pero aún así sentimos pena y miedo por él al verlo en peligro. Dicho sea de paso, algo similar sucede en la escena en la cual Barry y Pat están atrapados con los conspiradores en la biblioteca: Barry parece muy seguro de sí mismo mientras que los villanos se muestran como un grupo tan vulnerable que provoca lástima…

En cuanto a las actuaciones, Robert Cummings y Priscilla Lane ciertamente no son los mejores protagonistas que Mr. Hitchcock pudo tener, pero están bastante bien en sus personajes. Quienes sí se destacan son los actores secundarios: la compañía circense, encabezada por Pedro de Córdoba; Alan Baxter en el rol de Freeman, el villano que se explaya sobre su “idiosincrasia” ante Barry; Norman Lloyd, por supuesto, como Fry; Murray Alper en el rol del transportista cuya esposa va demasiado a los cines; e incluso Belle Mitchell como la siniestra ama de llaves que esconde un arma en su monedero; todos ellos dejan una impresión duradera en el espectador.-

El cameo de Mr. Hitchcock en Saboteur es apenas perceptible. El director puede ser visto en el fondo de la escena en la cual Barry y sus captores bajan del automóvil en Nueva York y entran en una tienda cuya parte trasera se conecta con la mansión de la Sra. Sutton.-


Saboteur fue editada en DVD en Argentina como parte de una excelente colección llamada “Colección Hitchcock” (otros títulos disponibles, editados en forma individual, son Shadow of a doubt – La sombra de una duda – Rope – La soga – Rear window – La ventana indiscreta – y Vertigo – Vértigo – entre otros). La calidad de imagen y sonido es perfecta, los subtítulos excelentes y, como cada título de la colección, viene con un documental muy interesante dirigido por Laurent Bouzereau, con subtítulos en español.- 

domingo, 23 de noviembre de 2014

Suspicion (Sospecha) – 1941


Argumento: Lina (Joan Fontaine), una joven de familia acaudalada se casa con Johnnie Aysgarth (Cary Grant), un hombre de mala reputación al que acaba de conocer. Recién llegados de la luna de miel, Lina descubre que su marido tiene graves problemas de dinero. Con el paso del tiempo y el agravamiento de su situación, el carácter de Johnnie se vuelve más sombrío y amenazante y Lina empieza a sospechar que su marido intenta asesinarla para cobrar su seguro de vida.-

Luego de filmar Mr. and Mrs. Smith, Mr. Hitchcock vuelve a su elemento natural con Suspicion. Esta es una película típicamente hitchcockiana, cargada de misterio – no exactamente suspenso, a mi entender – y con pinceladas de romance y humor. Es además, como tantas otras películas de Mr. Hitchcock, un ensayo acerca de las relaciones de pareja. Como se ha señalado frecuentemente, Mr. Hitchcock no sólo era el maestro del suspense, sino también del romance. En Suspicion Lina se precipita a casarse con Johnnie, ignorando las señales de alerta que se encienden a su alrededor. Esto siempre es un error en la filmografía de Mr. Hitchcock y ninguna protagonista debería esperar nada bueno de ello. En el caso de Lina, su ignorancia acerca del carácter de su marido la lleva a desconfiar de él y el precio que deberá pagar será el temor y la ansiedad que le genera el creerse casada con un asesino.-

El comienzo de la película es interesante: el sonido se anticipa a la imagen mientras el tren en el que viajan nuestros protagonistas atraviesa un túnel. Esta decisión de Mr. Hitchcock no es caprichosa o solamente estética, sino que se presenta como una metáfora de la incapacidad de Lina de ver a Johnnie tal cual es. Habiéndolo conocido en la oscuridad, permanecerá simbólicamente en ella hasta el último minuto de película. Como espectadores seguimos su punto de vista y sólo descubrimos la verdad cuando Lina lo hace. Es por ello que entiendo que esta no es una película de suspenso, sino de misterio conforme la distinción que el propio director realizó en su diálogo con François Truffaut (hice una muy breve referencia al tema en mi comentario a Murder! – Asesinato).-

La estética durante el resto de Suspicion acompaña al desarrollo de la trama: el primer acto es abordado con una fotografía clara y la música es sentimental, casi parecería una película romántica si no fuera por algunas pinceladas que nos insinúan el tono que las cosas adquirirán después. A partir del segundo acto, a medida que Lina empieza a descubrir algunos aspectos de la verdadera naturaleza de su marido y a imaginar el resto, las sombras en los escenarios se intensifican. Llama particularmente la atención la sombra en forma de telaraña que se proyecta sobre la puerta de entrada y la escalera principal: desde el momento en que Lina descubre que su marido perdió su trabajo por haber cometido una estafa, esta sombra será cada vez más oscura y extensa hasta llegar a ocupar toda la pantalla en la toma más famosa de esta película, que es aquella en la cual Johnnie lleva un vaso de leche a su esposa atravesando el recibidor en penumbras (quienes hayan visto High anxiety – Máxima ansiedad – la parodia/homenaje que Mel Brooks dedicó a Mr. Hitchcock recordarán una sombra similar en el despacho de la Enfermera Diesel, con perdón por la digresión).-

Respecto a los personajes, Lina se inicia a la vida sentimental empujada por la imagen de “solterona” que le devuelven sus padres (Sir Cedric Hardwicke y Dame May Whitty). Cuando comienza la película se muestra muy reprimida, aunque Johnnie – con mejor criterio que Lina a la hora de juzgar a las personas – advierte su belleza y osadía más allá de lo que la propia protagonista ve en sí misma. A partir de la declaración de amor de Johnnie, Lina florecerá y demostrará su gran carácter y dignidad, todo lo cual no será sin embargo suficiente para controlar su imaginación puertas adentro de su matrimonio. Johnnie, por su parte, tiene un gran rango de aristas en su personalidad: mayormente es infantil, pero también puede ser siniestro, divertido y, por momentos, casi demasiado sexy para una película de 1941. Estas características de ambos personajes se deben en gran medida, por supuesto, a la habilidad de los actores que los encarnan y a ello me referiré más adelante.-

Los personajes secundarios completan el panorama de manera impecable. Beaky (Nigel Bruce), el amigo de Johnnie, introduce la cuota de humor, además de ser un personaje querible por el cual nos interesamos, y por ello tememos por él junto a Lina cuando todo hace sospechar que Johnnie intentará asesinarlo. Isobel (Auriol Lee), la autora de novelas policiales, sirve como disparador para las inquietudes de Lina e introduce muy calladamente un elemento lateral: la escena en la cual Lina y Johnnie van a cenar a la casa de Isobel nos presenta al hermano de ésta y a un personaje femenino vestido y peinado de forma masculina. Nunca se aclara quién es esta mujer, pero es muy posible y casi evidente que es la pareja de Isobel. Para la industria cinematográfica de 1941 era absolutamente inadmisible presentar una relación homosexual pero, como ya sabemos, a Mr. Hitchcock le gustaba empujar los límites insinuando lo prohibido a través de personajes y situaciones ambiguos…

Mencioné anteriormente el trabajo de los actores en Suspicion y aquí debo decir que una de las cosas que descubrí escribiendo este blog es que en muchos casos mi recuerdo sobre una película o un actor no coincide con la opinión que tengo luego de un visionado actual. Ello evidencia algo obvio, tal como es el hecho de que nuestros gustos y percepciones cambian con el tiempo (y es que llevo muchos años de relación con la mayoría de estas películas), pero también algo inesperado para mí: escribir sobre cine es un exigente ejercicio de introspección, que obliga a mirar las películas desde un lugar diferente, mucho más atento y activo, aún cuando esté viendo un film de cualquier otro director. Hago este paréntesis para reivindicar a Joan Fontaine. Desde ese lugar diferente he descubierto que su trabajo en sus colaboraciones con Mr. Hitchcock me gusta mucho más de lo que recordaba. Siempre tuve la impresión de que sus interpretaciones eran bastante insípidas y ya tuve oportunidad de enmendarme en mi comentario a Rebecca (Rebeca, una mujer inolvidable). Pues bien, aquí vuelve a sorprenderme con su solvencia y dominio de sí misma. Su personaje está permanentemente obligado a disimular sus reacciones y esconder sus suposiciones y Fontaine cumple con ello brindando una actuación contenida, lejos de la sobreactuación en la que a veces incurría en Rebecca. En cuanto a Cary Grant, aquí sí reafirmo una y mil veces: ¡qué gran actor! En Suspicion ofrece todo aquello que Mr. Hitchcock le pide y demuestra que no sólo puede interpretar a un personaje agradable y seductor sino también a un villano temible. Lamentablemente, Mr. Hitchcock no pudo filmar el final que quería, en el cual Johnnie efectivamente era un asesino, pero eso no torna en inconsistente la actuación de Cary Grant: después de todo, se trata del punto de vista de Lina…

Para los roles secundarios, Mr. Hitchcock recupera a un grupo de actores con los que ya había trabajado: Nigel Bruce y Leo G. Carroll de Rebecca, Dame May Whitty de The lady vanishes e Isabel Jeans de Easy virtue (en el rol de Mrs. Newsham, la dama un tanto maliciosa que revela a Lina que vio a Johnnie apostando).-

El cameo de Mr. Hitchcock puede verse despachando una carta en la vía pública en la escena en la cual Lina encuentra a Mrs. Newsham al salir de la librería.-

Suspicion fue editada en DVD en Argentina, en una triple presentación junto a The lady vanishes (Alarma en el expreso, La dama desaparece) y The man who knew too much (El hombre que sabía demasiado, En manos del destino) de 1956. La calidad de la imagen y el sonido es bastante buena y los subtítulos no son perfectos, pero sí correctos. En lo personal prefiero la versión importada que integra un box set llamado The signature collection. El conjunto se completa con Foreign correspondent (Enviado especial), Mr. and Mrs. Smith (Matrimonio original), Stage fright (Pánico en la escena), Strangers on a train (Pacto siniestro), I confess (Yo confieso, Mi secreto me condena), Dial M for murder (Crimen perfecto, La llamada fatal), The wrong man (Falso culpable, El hombre equivocado) y North by Northwest (Con la muerte en los talones, Intriga internacional), aunque también se puede conseguir la misma edición de Suspicion en forma individual. La calidad de la imagen y del sonido es excelente y los subtítulos en español muy correctos. El DVD además incluye un documental sobre esta película, muy interesante aunque no está subtitulado.-

martes, 28 de octubre de 2014

Mr. and Mrs. Smith (Matrimonio original) – 1941

Argumento: David y Ann Smith (Robert Montgomery y Carole Lombard respectivamente) han estado felizmente casados durante tres años… o al menos eso creen hasta que reciben la visita de Harry Deever (Charles Halton), un funcionario que llega para comunicarles que por un error administrativo su matrimonio no es válido. Cuando resulta evidente que David no tiene intenciones de volver a proponerle casamiento, Ann lo expulsa del hogar y decide comenzar una nueva vida. Ahora David deberá ganar el corazón de Ann antes de que lo haga su amigo Jeff (Gene Raymond).-

Esta película es una verdadera rareza dentro de la filmografía de Mr. Hitchcock. Sin bien el humor no es ajeno a su obra, esta es la única comedia “pura” que hará (ello si consideramos que “The trouble with Harry” – Pero ¿quién mató a Harry?, El tercer tiro – es tanto una comedia como un whodunit). Más precisamente se trata de una screwball comedy, un sub – género típicamente hollywoodense que tuvo su apogeo entre los años ’30 y ’40 y se caracteriza por los diálogos rápidos, las situaciones absurdas y porque generalmente trata sobre las relaciones románticas y el matrimonio. Mr. Hitchcock accedió a filmarla a instancias de Carole Lombard –los Hitchcock eran amigos de Lombard y su marido, Clark Gable – pero reconoció en su diálogo con François Truffaut que no comprendía los personajes de la película y que se limitó a filmar las escenas tal y como estaban escritas en el guión.-

El punto central de la película, consistente en la pregunta ¿volvería a elegir a su pareja si tuviera la posibilidad de volver el tiempo atrás? se plantea expresamente en las primeras escenas de la película. Al reconciliarse tras una pelea, Ann pregunta a David si escogería seguir casado con ella si pudiera volver a ser soltero. Él no desea herirla pero, apegado a un compromiso de sinceridad mencionado por Ann un momento antes, admite que optaría por la soltería. En la escena posterior el deseo de David de hace realidad: un funcionario llamado Harry Deever visita a David en su estudio jurídico para comunicarle que su matrimonio no es válido debido a una confusión de límites entre dos estados y para devolverle los dos dólares pagados por la licencia de matrimonio. Mientras David diseña un plan para pasar la noche con Ann engañándola en su buena fe, el Sr. Deever visita a Ann – eran viejos conocidos de la infancia – y la pone al tanto de las novedades. Esta es la base del conflicto que mantendrá a Ann y a David jugando al gato y al ratón durante el resto de la película.-

Conforme a los códigos cinematográficos de la época Ann, secundada por su madre, se preocupa por conservar su honra y por interrumpir la vida conyugal con David hasta tanto no se casen legalmente. De la misma forma, los padres de Jeff se horrorizan al sospechar que la prometida de su adorado hijo habría mantenido una relación sentimental con el amigo de éste. Tanto la madre de Ann como la de Jeff se presentan como una versión ligera y adaptada al tono de la película de las madres hitchcockianas: son invasivas y pretenden seguir manejando las vidas de sus hijos aún cuando éstos sean adultos. El padre de Jeff, por su parte, es una de las pocas figuras paternas fuertes en la obra del director – el único otro caso es el Sr. Anthony de Strangers on a train (Pacto siniestro). Como contrapartida a estos padres severos, los jóvenes de la película se muestran infantiles, incapaces de aclarar los malentendidos o de escuchar las explicaciones del otro (claro que si pudieran hacerlo tendríamos una película muy breve…) y Ann, particularmente, es referida en varias oportunidades por David como una niña.-

Los actos primero y segundo están poblados de personajes secundarios que dan gran vida a la película: el Sr. Deever, la madre de Ann (Esther Dale), el dueño del restaurant al cual va la pareja (William Edmunds), Chuck – el compinche de David en sus aventuras de soltero – (Jack Carson), Gertie y Gloria – las conquistas de Chuck y David – (Betty Compson y Patricia Farr, respectivamente), el taxista contratado por David para seguir a Ann (Murray Alper) y los padres de Jeff (Philip Merivale y Lucile Watson) brillan en sus breves apariciones y por momentos su luz parece superar a la de los protagonistas. En el tercer acto, por el contrario, cuando David, Ann y Jeff se trasladan a un refugio de montaña el ritmo de la película languidece un poco.-

Mr. and Mrs. Smith presenta una estética bastante convencional desde la elección de los planos y en cuanto a la mayor parte de los decorados. Sobresale el pequeño restaurant al que David y Ann vuelven después de varios años para descubrir que no es el lugar romántico que recuerdan sino una fonda de mala muerte ubicada en un vecindario muy distinto de la zona acomodada en la que vive la pareja. Aquí Mr. Hitchcock aprovecha para mostrar el contraste entre la acaudalada pareja (aunque Ann no luzca tan distinguida con su falda demasiado estrecha) y los niños que los miran sorprendidos y con ello se reconcilia, por decirlo de alguna forma, con el género: Mr. Hitchcock comparte con las screwball comedy el hábito de introducir pequeños comentarios sociales en sus películas al forzar la interacción de personajes de distintos estamentos.-

En cuanto a las actuaciones, como decía anteriormente, los responsables de encarnar a los personajes menores se destacan especialmente, animan la historia y la impulsan hacia adelante. La cuestión es un tanto diferente cuando consideramos a los actores principales. Robert Montgomery y Carole Lombard tienen buena química: las escenas en las que aparecen juntos están muy logradas y los espectadores llegamos a creer que tienen el grado de conocimiento y confianza mutua que debe existir entre sus personajes al cabo de tres años de convivencia. Mención aparte merece la última escena, en la cual David decide poner fin a la disputa entendiendo que Ann ya le ha hecho correr lo suficiente y que ahora es tiempo de darle alcance. Ambos la interpretan con sinceridad, de modo tal que sentimos que la película llega a buen puerto y el final no es menos encantador por ser previsible (y es, debo decir, bastante sexy lo cual no siempre es habitual entre dos personajes casados… o casi). Es interesante tener en cuenta, además, que esta fue la penúltima película de Carole Lombard antes de fallecer en un accidente aéreo cuando estaba en la cúspide de su carrera… Mis reparos en cuanto al reparto surgen en torno a Gene Raymond: su personaje no es lo suficientemente atractivo como para antagonizar con el de Montgomery y además ¿qué clase de hombre corteja a la mujer que se suponía estaba casada con su mejor amigo? Y aquí llego a un punto en donde ya no sé si las fallas están en el personaje o en el actor. Tal vez las deficiencias de Jeff son más notorias debido a una actuación plana, o acaso la interpretación fue orientada por las características del
personaje…

El cameo de Mr. Hitchcock en Mr. and Mrs. Smith puede verse en el transcurso del travelling hacia atrás y arriba con que se muestra a David y a Jeff – ahora rivales – saliendo del edificio de Ann. El director atraviesa la toma caminando de izquierda a derecha de la pantalla, luciendo abrigo y sombrero.-

Esta película no fue editada en DVD en Argentina. Les recomiendo una versión importada que fue lanzada a la venta individualmente y también como parte integrante de un box set llamado The signature collection. El conjunto se completa con Foreign correspondent (Enviado especial), Suspicion (Sospecha), Stage fright (Pánico en la escena), Strangers on a train (Pacto siniestro), I confess (Yo confieso, Mi secreto me condena), Dial M for murder (Crimen perfecto, La llamada fatal), The wrong man (Falso culpable, El hombre equivocado) y North by Northwest (Con la muerte en los talones, Intriga internacional). La calidad de la imagen y del sonido es excelente y los subtítulos en español son muy buenos. El DVD además trae un documental sobre la realización de la película, muy interesante pero sin subtítulos en español.-

sábado, 11 de octubre de 2014

Foreign correspondent (Enviado especial) – 1940


Argumento: En los días previos al comienzo de la II Guerra Mundial, Johnny Jones (Joel McCrea), un periodista estadounidense, es enviado a Europa para entrevistar a Van Meer (Albert Bassermann), un diplomático holandés que tiene la clave de la situación política del momento. Allí Johnny se reúne con Stephen Fisher (Herbert Marshall) y su hija Carol (Larraine Day), miembros de una organización pacifista. Cuando Van Meer desaparece, Johnny se ve envuelto en una trama de espías la cual intentará desentrañar con ayuda de Carol y de un colega periodista llamado Scott ffolliott (George Sanders).-

Esta es una de las películas menos conocidas de la etapa hollywoodense de Mr. Hitchcock y sin dudas no debe haberle ayudado que el propio director fuera tan moderado al ser interrogado sobre ella por François Truffaut… Todo ello no parece justo. Foreign correspondent está llena de ideas bien ejecutadas, tiene muy buenas actuaciones, intriga, acción, romance, humor y en suma, es una típica película hitchcockiana. Tiene además un mérito importante, si tenemos en cuenta el contexto histórico en el cual fue realizada: en pleno esfuerzo propagandístico esta película logró superar la prueba del tiempo y, con excepción de unos pocos detalles, puede ser disfrutada hoy tanto como lo fue setenta y cuatro años atrás.-

La trama se inscribe en la tradición de Treinta y nueve escalones, en el sentido en que cuenta las aventuras de un inocente involucrado en una situación que lo excede y lo lleva a desplazarse por distintos escenarios conociendo a una serie de personajes secundarios que lo ayudarán o intentarán detenerlo, según el caso. Además, como se ha señalado frecuentemente, el protagonista de este tipo de historias emprende un viaje no sólo externo sino también interno, descubriéndose a sí mismo y, a menudo, encontrando el amor en el camino. Hannay en The thirty – nine steps (Treinta y nueve escalones), Érica en Young and innocent (Inocencia y juventud), Iris en The lady vanishes (La dama desaparece, Alarma en el expreso) y en cierto modo la protagonista innominada de Rebecca (Rebeca, una mujer inolvidable) son ejemplos de ello y encontraremos muchos más a lo largo de la obra de Mr. Hitchcock.-

En este caso, Johnny Jones es un periodista de poco renombre, que ignora mucho acerca de la situación política internacional y que está a punto de ser despedido por sus inconductas pasadas. Al ser designado como corresponsal extranjero y enviado a Europa, no solo debe asumir un rol extraño sino que además debe ejercerlo bajo un seudónimo impuesto – Huntley Haverstock – con lo cual el desplazamiento de su identidad es doble. A partir de allí veremos que la cuestión del artificio y la sustitución es un tema tan importante en Foreign correspondent como lo son la guerra y el amor. Muchos otros personajes en la película asumen personalidades o actitudes que no les son propias, con distintos grados de intensidad. Cuando Johnny y Van Meer se conocen, en los primeros minutos de película, el diplomático se muestra como un hombre disperso y casi infantil, aunque en realidad está evitando deliberadamente el interrogatorio del periodista. Más adelante, un colaborador de los villanos simulará ser un campesino; Monsieur Krug (Eduardo Cianelli) ofrecerá su rostro más respetable para encubrir su naturaleza vil y cruel; Rowley (Edmund Gwenn) aparecerá como un guardaespaldas bonachón cuando en realidad es un asesino a sueldo; ffolliott simulará una negociación extorsiva con Fisher para obtener información; y Fisher, por último (y ¡atención! se avecina un gran spoiler) esconderá, bajo su barniz de respetabilidad, su pertenencia a las fuerzas nazis.-

Básicamente, Carol es la única que es tal como la vemos: resuelta, jovial y fiel a sus principios. Su personaje funciona en el mismo sentido que ya hemos visto en películas anteriores, sobre todo en Treinta y nueve escalones y en Inocencia y juventud. Al igual que Pamela en la primera y Érica en la segunda, opondrá resistencia a los avances amorosos del protagonista masculino en la medida en que no esté segura de que puede confiar en él. En este caso no se trata de que Johnny sea perseguido por la comisión de un crimen, sino de que su personalidad no se ajusta a los estándares de Carol (tal como los de Gilbert no se ajustan a los de Iris en La dama desaparece…). La cuestión de la confianza está permanentemente presente en la obra de Mr. Hitchcock y esta característica hace que sus
historias de amor tengan una textura mucho más rica que la simple trama de “chico conoce a chica” en donde el amor a primera vista o la hostilidad injustificada son las respuestas para muchos argumentos. Además, esta película contiene una escena romántica que debe ser de las más breves de la historia: Johnny y Carol viajan en barco desde Holanda a Inglaterra. Como no han conseguido camarote deben pasar la noche en la cubierta, abrigados con mantas. Súbitamente, Johnny dice a Carol “te amo y quiero casarme contigo”, a lo que Carol responde “yo te amo y yo quiero casarme contigo”. Johnny se muestra un tanto decepcionado por la brevedad de la situación, pero Carol lo consuela asegurándole que cualquier cosa que le diga sonará mejor cuando estén casados. Esta sería casi una “anti” escena de amor (como ciertamente lo es la proposición de matrimonio en Rebecca) si no funcionara tan bien, y es que aquí encontramos ese factor misterioso constituido por la química entre actores…

Desde lo argumental, finalmente, encuentro que Foreign correspondent también trata sobre la aceptación del destino propio. Como decía en un párrafo anterior, Johnny no sólo emprende un viaje exterior sino también uno interior. Al igual que otros héroes hitchcockianos (pienso, por ejemplo, en Roger Thornhill en North by Northwest – Intriga internacional, Con la muerte en los talones – en Connie Porter en Lifeboat – Náufragos, Ocho a la deriva – y también en Alicia Hubermann en Notorious – Encadenados, Tuyo es mi corazón), lleva una vida superficial muy por debajo de lo que podría alcanzar. Su camino será difícil y peligroso, pero al transitarlo Johnny se convierte en lo que está llamado a ser. Y por si le quedara alguna duda tiene frente a sí el modelo de aquello que podría terminar siendo, en la persona de Stebbins (Robert Benchley).-

Esta película se destaca por retomar un antiguo criterio del director, según el cual los elementos que ofrece el entorno deben ser utilizados dramáticamente. De este modo, habiendo decidido situar parte de la acción en Holanda, Mr. Hitchcock explotará al máximo sus posibilidades. La secuencia en la cual Johnny persigue al asesino de Van Meer (otro spoiler con mis sinceras disculpas) entre los ciclistas y tranvías para terminar en las afueras de la ciudad junto al molino cuyas aspas giran en sentido contrario al viento, es simplemente brillante. Desde lo visual, la secuencia se inicia con un paneo dedicado a colocarnos en situación en este maravilloso escenario construido en estudio (los invito a descubrir o volver a ver esta escena teniendo esto en mente). Cuando Van Meer es atacado por un falso fotógrafo (otra sustitución de identidad), el diplomático es mostrado en primer plano con su rostro cubierto de sangre. Inmediatamente el asesino se da a la fuga y Johnny lo persigue entre la muchedumbre guarecida bajo paraguas negros. Este recurso no sólo provee una toma interesante, sino que en términos prácticos da la sensación de que hay más extras de los que seguramente se utilizaron.-

Luego Johnny entra furtivamente en el molino utilizado como guarida de los villanos y que constituye otro decorado impecable (además de ser el escenario de un momento de tensión muy bien realizado, cuando el impermeable de Johnny es atrapado por los engranajes del molino). Finalmente, el clímax de la película se alcanza en la escena que transcurre en el interior de un avión en el cual viajan Fisher, Carol, Johnny y ffolliott. De pronto el avión es bombardeado por error y cae en picada sobre el mar. En una época en la que por supuesto no existían los efectos especiales generados digitalmente, Mr. Hitchcock logra poner en pantalla la inmersión del avión en el océano en una toma ininterrumpida, con la cámara
ubicada dentro de la cabina y dirigida hacia el vidrio frontal del artefacto. Toda la secuencia del hundimiento del avión es notable, pero esta toma en particular es absolutamente increíble. Para los apasionados por los detalles técnicos de las películas recuerdo que Mr. Hitchcock explicó a Truffaut cómo se filmó esta escena: la imagen del océano acercándose al cristal de avión fue proyectada en una pantalla de papel ubicada delante de un tanque de agua. Cuando se presionaba un botón, la pantalla se rasgaba y entonces se liberaba el agua del tanque. Un poco más adelante, cuando la cámara captura la ascensión del agua dentro del avión, dejando a sus ocupantes atrapados, Mr. Hitchcock se vale de un techo de papel que permite a los actores asomar la cabeza por fuera del artefacto para respirar, mientras el efecto es disimulado por el cúmulo de agua que llena el cuadro.-

Por lo demás, la elección de los planos en la película es bastante convencional y ¿quién necesita encuadres o movimientos de cámara ostentosos con tanto sucediendo en la pantalla? Como una constante, en su madurez creativa Mr. Hitchcock nos enseña que la emoción debe provenir de aquello que se muestra y no de una ubicación caprichosa de la cámara.-

En cuanto a la banda sonora, a cargo de Alfred Newman, es un buen ejemplo de cómo ésta puede definir el tono de una película y desde el comienzo nos sugiere el understatement que caracteriza a Foreign correspondent. La música además es el elemento central en una escena conmovedora: como ya habíamos visto en la escena del molino, Van Meer en realidad no fue asesinado sino secuestrado por los villanos (más spoilers). En el final del segundo acto, el diplomático es retenido en el piso superior de un inmueble en refacciones y obligado a mantenerse despierto a fuerza de fuertes luces y música jazz reproducida sin cesar y a volumen alto. El contraste entre la vivacidad de la música y la gravedad de la escena aumenta su dramatismo (dicho sea de paso, aquí aparece el Mac Guffin de la película: se trata de una cláusula secreta en el tratado belga – holandés, que fue memorizada por los dos firmantes).-

Para ir terminando, debo decir que contrariamente a la opinión del director, vertida ante François Truffaut, creo que las actuaciones de Joel McCrea y de Larraine Day son muy satisfactorias. McCrea lleva adelante su rol con soltura, naturalidad y energía perfectamente acordes con el tono general de la película. Day, por su parte, resulta encantadora. Juntos generan, además y como ya había mencionado, muy buena química. Herbert Marshall vuelve a colaborar con Mr. Hitchcock luego de su protagónico en Murder! (Asesinato) y compone un típico villano hitchcockiano: es respetable, elegante y siniestro a la vez, con ese perro gran danés que lo sigue y que refleja su lado oscuro; y tiene – como tendrá James Mason en North by Northwest – sus “pesados”: Edmund Gwenn (otro antiguo colaborador de Mr. Hitchcock) y Eduardo Cianelli (¿cuál será la historia de la cicatriz que su personaje oculta bajo el cuello de su polera?). George Sanders también vuelve después de
Rebecca, esta vez del lado de “los buenos” y Robert Benchley (contratado inicialmente para incorporar humor a los diálogos) construye un personaje agridulce. Mención aparte merece el trabajo de Albert Basserman, quien compone un personaje conmovedor y sorprendentemente fuerte bajo su aparente debilidad física. Escuchando el parlamento que Van Meer dirige a sus captores uno realmente llega a creer que el mundo estaría a salvo con más hombres como él en los puestos claves. La elección de Mr. Hitchcock para este rol esconde, además de los motivos artísticos y/o contractuales que pudieron existir, un elemento político: como bien señala Donald Spoto en su libro “The art of Alfred Hitchcock. Fifty years of his motion pictures”, Mr. Hitchcock fue uno de los pocos directores que en pleno apogeo del nazismo osó otorgar a actores germanos roles positivos o heroicos. De esta manera, sutilmente, intentó contrarrestar el recelo hacia los refugiados alemanes, imperante por esos años (esta actitud del director generaría más de una controversia cuando tres años después filmara Lifeboat, en donde presenta un personaje alemán habilidoso y dominante frente a un grupo de estadounidenses indefensos).-

El cameo de Mr. Hitchcock en esta película es muy fácil de reconocer: a poco del comienzo se cruza con Johnny en la calle y avanza directo hacia la cámara leyendo un diario mientras camina.-


Foreign correspondent no fue editada en DVD en Argentina. Yo recomiendo una versión importada que fue lanzada a la venta individualmente y también como parte integrante de un box set llamado The signature collection. El conjunto se completa con Mr. and Mrs. Smith (Matrimonio original), Suspicion (Sospecha), Stage fright (Pánico en la escena), Strangers on a train (Pacto siniestro), I confess (Yo confieso, Mi secreto me condena), Dial M for murder (Crimen perfecto, La llamada fatal), The wrong man (Falso culpable, El hombre equivocado) y North by Northwest (Con la muerte en los talones, Intriga internacional). La calidad de la imagen y del sonido es excelente, al igual que la de los subtítulos en español. El DVD se completa con un documental sobre la realización de la película, muy interesante pero sin subtítulos en español.-

domingo, 28 de septiembre de 2014

Rebecca (Rebeca, un mujer inolvidable) – 1940

Argumento: Una joven (Joan Fontaine) conoce en Montecarlo a Max de Winter (Laurence Olivier), un acaudalo viudo. En apenas pocos días la pareja se enamora y decide casarse, para luego trasladarse a Manderley, la mansión de Max en Inglaterra. Una vez allí, la joven novia se encuentra con que debe lidiar no sólo con la Sra. Danvers (Judith Anderson), la implacable ama de llaves, sino también con el omnipresente recuerdo de Rebecca, la primera mujer de Max. La investigación por la muerte de Rebecca se reabre luego de que el barco en el cual naufragó es encontrado, revelando oscuros secretos de la fallecida.-
 
Rebecca es la primera película de la etapa hollywoodense de Mr. Hitchcock, quien llegó a Estados Unidos en 1939 contratado por David O. Selznick. En rigor de verdad, como el propio director reconoció en su diálogo con François Truffaut, no se trata de una película “americana” desde el momento en que el director, los actores, la novela en la cual está basada y el lugar en el que se desarrolla la trama son británicos. Sin embargo, Rebecca presenta en su estilización una gran diferencia con las películas que Mr. Hitchcock rodó en su Inglaterra natal, marcando así el inicio de una nueva etapa.-
La historia es contada desde el punto de vista del personaje interpretado por Joan Fontaine, una mujer – niña que significativamente carece de nombre. En el mejor de los casos es nombrada como “Sra. de Winter”, pero lo cierto es que la mayoría de las veces ese título es reservado para Rebecca, la primera esposa de Max. Esta particularidad produce el efecto de disminuir a la protagonista incluso ante sus propios ojos (ella misma se refiere a Rebeca como la “Sra. de Winter”) a la vez que agiganta la figura de la difunta hasta que hacia el final del segundo acto conozcamos la verdad a través del relato de Max.-
Cada acto de la película transcurre en un escenario distinto (Montecarlo, Manderley y el pueblo en el cual se lleva a cabo la investigación) y tiene también un tono distinto. En cierto modo Rebecca podría ser descripta como la historia de una joven que cree que está en una película romántica, pero en realidad está en una película gótica que deriva en una película policial. Estos cambios no llegan a molestar al espectador desprevenido, pero sí son notorios para quien pretenda analizar la estructura de la película.-
El primer acto es precedido por un prólogo narrado por la protagonista y nos presenta a Manderley en estado de abandono y destrucción. Estas imágenes nos remiten a un estado de ensoñación, al cual se refiere expresamente la voz en off, pero también, en lo personal, me hacen preguntarme si acaso la protagonista no estará recordando desde el más allá. En una película que trata sobre el poder de los muertos sobre los vivos, ello me parece posible.-
Luego de esta introducción Mr. Hitchcock pasa abruptamente a mostrarnos un mar embravecido en un plano con movimiento pendular, de picado a contrapicado, sucedido por un primer plano de Laurence Olivier. Max de Winter, su personaje, parece contemplar el suicidio y es sacado de su abstracción por el grito de la protagonista, revelándose enseguida como un hombre irascible. En la escena siguiente, que transcurre en el interior de un lujoso hotel de Montecarlo, el director aprovecha para introducir una gran cantidad de información en una forma bastante natural. Así nos enteramos, a través del personaje de Edythe van Hopper (Florence Bates), una adinerada y un tanto vulgar dama que emplea a la protagonista como dama de compañía, de que Max enviudó recientemente, además de ser la primera vez que se evoca a la mítica Rebecca. Por otro lado, esta escena es fundamental para la presentación de los personajes que intervienen en esta primera parte, lo cual sienta las bases de lo que sucederá después, esto es el enamoramiento relámpago entre Max y la protagonista y la desesperación de ésta frente a la perspectiva de partir apresuradamente. En cuanto al primer aspecto, esta escena es una buena y casi única oportunidad para ver un lado más amable de Max, a la vez que nos muestra su espíritu mordaz. Del lado de la protagonista aprendemos que, aunque es tímida y discreta, tiene opiniones claras y es sincera, todo lo cual es fundamental para que Max se sienta atraído hacia ella, como ya veremos. La Sra. van Hopper, por último, es superficial, maliciosa y demandante lo cual, en mi opinión, empujará a la protagonista a los brazos de Max tanto o más que su amor por él.-
A continuación se sucede una serie de escenas abordadas en tono ligero y que establece
el romance entre la protagonista y Max, además de sembrar más indicios sobre el carácter inestable de éste último y sobre el tormentoso recuerdo de Rebecca. Todo se define a raíz de la partida apresurada de la Sra. van Hopper, quien debe dirigirse a Nueva York para reunirse con su hija. La protagonista, entonces, irrumpe en la habitación de Max para despedirse y éste termina por proponerle casamiento a fin de evitar perderla. En honor a la verdad, la escena es tan poco romántica como podría imaginarse y en un punto me pregunto qué lleva a la protagonista a aceptar a un pretendiente tan desconsiderado, que pasa de declarar su amor a dar instrucciones sobre cómo toma su desayuno sin transición alguna. Una boda que parece tener lugar ese mismo día, a juzgar por el vestuario de los novios, pone fin a este primer acto.-


En el comienzo del segundo acto, Max y su esposa llegan a Manderley en un automóvil descapotable cuando súbitamente se desata una tormenta. Empapada, la nueva Sra. de Winter ingresa en la mansión y se encuentra con que todos los sirvientes fueron reunidos para recibir a la pareja. La Sra. Danvers hace su aparición y con una mirada fulmina a la protagonista. Inmediatamente sabemos que la joven novia está en problemas y además es evidente que Max no estará allí para defenderla: las escenas de la pareja no son exactamente un reflejo de felicidad conyugal.-
Nuevos personajes secundarios son introducidos en este acto: Beatrice (Gladys Cooper), la hermana de Max, llega de visita y brinda nueva información a la protagonista; y su esposo (Nigel Bruce), aporta toques de humor. Además, conocemos a Frank Crawley (Reginald Denny), el administrador de la propiedad y francamente la única persona normal entre los habitantes de Manderley; a Ben (Leonard Carey), un hombre perturbado que ronda por la propiedad; y a Jack Favell (George Sanders), el primo favorito de la fallecida. Todos ellos recuerdan permanentemente a Rebecca, convirtiéndola en una presencia ineludible. Mientras Max se encuentra en Londres la protagonista, agobiada por su propia ignorancia sobre el asunto, se decide a entrar en la habitación de Rebecca y es sorprendida por la Sra. Danvers. En una escena memorable, el ama de llaves ofrece una visita guiada por la habitación y hábilmente conduce a la protagonista por su mundo interior de devoción por Rebecca. Sobreponiéndose a su angustia la protagonista por fin hace oír su voz y ordena a la Sra. Danvers que se deshaga de los papeles privados de la primera Sra. de Winter. La mirada casi directa hacia la cámara del ama de llaves nos deja entrever que tal vez haya perdido esta batalla, pero que no renunciará a librar la guerra.-
En la secuencia siguiente, una protagonista más segura de sí misma convence a Max de dar una fiesta de disfraces. Con la guardia baja acepta la sugerencia de la Sra. Danvers respecto a su traje. El desastre está por llegar: a último momento la protagonista baja al salón dispuesta a sorprender a su esposo sin saber que luce exactamente el mismo vestido que usó Rebecca. Ante la desesperación de Max, la protagonista decide confrontar a la Sra. Danvers y la sigue hasta el dormitorio de Rebecca, donde ambas mujeres miden fuerzas nuevamente. El ama de llaves casi gana la partida cuando súbitamente todos los ocupantes del piso inferior abandonan la casa. Un barco ha naufragado en la costa de Manderley y todos corren en su auxilio. La protagonista sale en busca de Max y logra encontrarlo en la cabaña abandonada que solía ocupar Rebecca. Allí Max por fin revela a su esposa la historia de la difunta (algo que, vamos, probablemente debió haber hecho hace mucho tiempo). Si bien la escena tiene una duración considerable y contiene gran cantidad de información, hay que decir que no llega a ser tediosa. Por un lado, hemos esperado tanto para conocer la historia de Rebecca que escuchamos las explicaciones de Max con atención. Por el otro, Mr. Hitchcock sorprende con un movimiento de cámara inusual para ilustrar el parlamento del protagonista: consiste en una toma subjetiva desde el punto de vista de Max, que sigue los que fueron los movimientos de Rebecca en su última conversación con él. Con bastante osadía el director nos deja ver un plano “vacío”, esto es sin ningún personaje, en lugar de recurrir a la alternativa de un flashback. Sin dudas se trata de una decisión muy acertada: a estas alturas hemos idealizado tanto a Rebecca que mostrarla, a una hora y media de comenzada la película, sólo podría decepcionar al espectador, a la vez que la humanizaría y Mr. Hitchcock todavía necesita que su figura sea inconmensurable.-
A partir del monólogo de Max comienza la transición entre el segundo y el tercer acto, que está abocado a la investigación sobre la muerte de Rebecca. Al cambiarse el escenario de la acción se pierde el clima gótico que domina el segundo acto y entramos de lleno en una película policial. Este acto se inicia con una escena de gran economía: Max debe reconocer el cuerpo de su primera esposa pero Mr. Hitchcock no se demora en construir una morgue o siquiera un cadáver. Simplemente coloca a los personajes en círculo, mirando hacia abajo (tal vez demasiado abajo, el cuerpo de Rebecca parecería estar en el suelo) en una habitación con paredes desnudas.-
Una vez iniciada la investigación, gran parte de los personajes del segundo acto se traslada a la sala en la que se desarrolla la audiencia. Antes de introducirnos en ella, Mr. Hitchcock aprovecha para incluir un personaje de esos que abundaban en la etapa británica de su filmografía: se trata de un policía que relata a los curiosos los detalles de su arresto más importante, remitiéndonos a la fascinación que el crimen ejerce sobre el público. Este nuevo acto está cargado de información, pero nuevamente Mr. Hitchcock logra transmitirla en una forma interesante.-
Hasta ahora evité revelar el final de la película, comportándome con una cautela inhabitual en este blog en el cual no ahorré spoilers (aunque sospecho que quienes frecuentamos los blogs de cine no dejamos de ver una película por haber leído sobre su final, antes bien lo contrario…), pero ahora debo decir que Max había explicado a la protagonista en la cabaña abandonada que Rebecca murió como consecuencia de una mala caída durante una discusión en la cual ella le anunció que esperaba un hijo de otro hombre. Al ver a su esposa sin vida, Max decidió colocar su cuerpo en el barco de Rebecca y provocar su hundimiento, temiendo que, si alertaba a las autoridades, nadie creyera que él no la había asesinado. Pues bien, la investigación llevada a cabo en el último acto de la película saca a la luz el hecho de que el barco fue hundido intencionalmente. Ello hace pensar a los investigadores que la mujer se suicidó, aunque Favell intenta convencer al Coronel Julyan (C. Aubrey Smith), el jefe de policía local, de que Max tenía motivos para asesinar a Rebecca dado que ésta esperaba un hijo suyo (todo ello, claro, luego de que su extorsión a Max fracasara y es que Favell no está precisamente motivado por su afán de justicia). Intentando esclarecer este punto, Max, Crawley, Favell y el Coronel Julyan se dirigen a Londres para entrevistar al médico personal de Rebecca, mientras que la Sra. de Winter y la Sra. Danvers regresan a Manderley. Aquí entra en escena un viejo conocido de los seguidores de la etapa hollywoodense de Mr. Hitchcock, Leo G. Carroll, quien interpreta al Dr. Baker. Este revela que atendía a Rebecca bajo el nombre de “Sra. Danvers” y que ésta no estaba embarazada, como sospechaba, sino que tenía cáncer. De este modo, resulta que Rebecca mintió a Max intentando enfurecerlo y que éste la matara para evitar una larga y penosa enfermedad, pero falleció por accidente en el intento… Todo esto es revelado telefónicamente por Favell a la Sra. Danvers, quien termina por perder la razón impulsada, en mi opinión, por el deseo de terminar la obra destructiva de su señora. Así, la Sra. Danvers inicia un incendio que consume a Manderley y a ella misma (gran escena si las hay). Finalmente, parece que la protagonista y Max podrán tener un nuevo comienzo, libre de fantasmas…
Habitualmente se dice que Mr. Hitchcock decidió trasladarse a Hollywood atraído por la posibilidad de contar con mayores medios técnicos y artísticos que los que tenía a su disposición en Inglaterra y no para ganar experiencia puesto que para 1939 ya era un director consagrado, con más de diez años de trayectoria y éxitos de crítica y público sobre sus espaldas. Ello es bastante evidente en Rebecca, que presenta una serie de ideas que Mr. Hitchcock ya había ensayado antes (el protagonista masculino con actitudes ambiguas de The lodger, una variante de la madre hitchcockiana de Easy virtue en la Sra. Danvers, la mansión tenebrosa de Number seventeen y la figura infantil involucrada en una trama que la excede de Sabotage, por nombrar algunas) en una forma visualmente más compleja y atractiva.-

Dejando de lado el hecho de que las proyecciones utilizadas como fondo cuando los personajes caminan en exteriores o se desplazan en automóviles no son de las mejores, hay que decir que todo lo demás que vemos en pantalla fue cuidadosamente dispuesto. Rebecca abunda en detalles en una forma que nunca antes habíamos visto en la obra de Mr. Hitchcock. Esto es particularmente cierto en Manderley, en donde las molduras, las alfombras, las cortinas y tapizados, las balaustradas, todo presenta un estilo barroco casi asfixiante. Además, el gran tamaño en los escenarios no hace más que resaltar la insignificancia de la protagonista, siendo el más exuberante de los escenarios el dormitorio de Rebecca, lo cual demuestra una vez más la abismal diferencia entre la primera y la segunda Sra. de Winter. Sólo el despacho de Crawley presenta proporciones adecuadas y es, justamente, el único lugar en el cual la protagonista parece sentirse cómoda y útil.-
Por otro lado, si la elección de los planos es bastante tradicional hay que decir que la fotografía de la película sirve bien a su propósito, sobre todo en el segundo acto. El uso dramático de la iluminación en las tomas interiores de Manderley contribuye a establecer el tono gótico de la parte media, incluso en las escenas que transcurren durante el día. Se destaca particularmente la escena en la cual Max y la protagonista miran la filmación de su luna de miel: un comentario de la Sra. de Winter enfurece a Max y por un momento tanto ella como nosotros sentimos miedo por su reacción. Todo ello es acentuado por la penumbra que reina en la habitación, interrumpida sólo por el parpadeo de la luz del proyector.-
La utilización de la banda sonora en Rebecca también merece un comentario. La misma estuvo a cargo de Franz Waxman, un prolífico compositor responsable de la música de otras tres películas de Mr. Hitchcock (Suspicion – Sospecha – The Paradine case – El proceso Paradine, Agonía de amor – y Rear window – La ventana indiscreta) y de muchos clásicos entre los que se cuentan The Philadelphia Story (1940), To have and have not (1944), Sorry, wrong number (1948) y Sunset Boulevard (1950). En este caso debo decir que la música es, por supuesto, muy hermosa y apropiada para este cuento de princesas que se transforma en una historia de terror pero por momentos está un poco fuera de control. Cuando volví a ver Rebecca para escribir este comentario, y hacía tiempo que no la veía, noté que durante el primer y segundo acto la música está presente casi constantemente, hasta llegar al punto en que uno no la escucha (lo cual dudo que haya sido la intención de ningún compositor en la historia de la música). Es difícil adivinar quién fue responsable por esto, si Mr. Hitchcock o Mr. Selznick, dado que es sabido que ambos procuraban controlar cada aspecto de sus películas y por lo tanto no puede decirse que alguno de los dos haya cedido el paso para que el otro se impusiera, pero lo cierto es que al final de cuentas alguien tomó una decisión que no parece del todo acertada…
Finalmente, en cuanto a las actuaciones, debo reconocer que tenía el recuerdo de que eran menos satisfactorias de lo que son… Es cierto que Laurence Olivier y Joan Fontaine no tienen buena química, pero en alguna forma eso termina sirviendo a la trama. De hecho se supone que la protagonista se enamora de un hombre que, al menos por el momento, no está emocionalmente disponible. Aún así me hubiera gustado ver un poco más de pasión cuando la pareja por fin se deshace del fantasma de Rebecca. Considerándolos individualmente, Laurence Olivier logra por momentos aquello que ya habíamos visto en Ivor Novello en The lodger, es decir el tránsito por esa delgada línea entre el romance y la amenaza, aunque durante el resto del tiempo parece incómodo en su papel… Joan Fontaine, por su parte, fue la verdadera sorpresa para mí en este nuevo visionado: sigo pensando que por momentos sobreactúa su miedo e inseguridad, pero también reconozco que cuando se relaja un poco ofrece una actuación delicada y encantadora. Los actores secundarios (George Sanders, Gladys Cooper, Reginald Denny, Florence Bates, Nigel Bruce, Leonard Carey y por supuesto Leo G. Carroll) están perfectos en sus roles y aportan una naturalidad que lamentablemente no abunda en los dos protagonistas. Pero sin dudas
los mayores elogios se los lleva Judith Anderson. Para 1939 ya se había consagrado en teatro interpretando roles de Shakespeare y en tragedias griegas y aporta toda esa intensidad a este personaje complejo, sin hacer evidente aquello que el director no quería explicitar. Durante la preparación de la película, Mr. Hitchcock recibió una advertencia en cuanto a la naturaleza de la relación entre Rebecca y la Sra. Danvers: en pleno apogeo del Código Hays, nadie quería que se diera a entender que entre ambas existía una relación “inapropiada”, pero lo cierto es que lo que quedó en pantalla (sobre todo en la escena de la visita al dormitorio de Rebecca) es suficiente como para ponernos en duda… Además es interesante pensar que el conocimiento entre ambas mujeres debía ser muy antiguo, puesto que Rebecca consultaba al Dr. Baker bajo el nombre de “Sra. Danvers” cuando todavía era soltera, y fue ella quien llevó al ama de llaves a Manderley.-
El cameo de Mr. Hitchcock en Rebecca es casi imperceptible: después de que Favell telefonea a la Sra. Danvers desde Londres, sale de la cabina y es reprendido por un policía por haber estacionado mal su vehículo. Detrás de él puede verse al director cruzar la imagen de derecha a izquierda, con sobretodo y sombrero.-
Rebecca fue lanzada en DVD en Argentina en una edición económica y fácil de conseguir. La calidad de la imagen y el sonido es bastante buena y los subtítulos son aceptables, aunque no del todo exactos. Sin embargo, vuelvo a recomendar la edición de 2008, importada, que se integra con otras siete películas, presentadas como “Ocho obras maestras del maestro del suspense”. El box set se completa con The Lodger (El enemigo de las rubias), Sabotage, Young and innocent (Inocencia y juventud), Lifeboat (Náufragos, Ocho a la deriva), Spellbound (Recuerda, Cuéntame tu vida), Notorious (Tuyo es mi corazón) y The Paradine case (El proceso Paradine, Agonía de amor). La calidad de la imagen es mejor que en la versión nacional, tiene muy buenos subtítulos en español y contenidos especiales muy interesantes (sin subtítulos) que incluyen un audio comentario y dos documentales, uno sobre la realización de la película y otro sobre la vida y obra de Daphne Du Maurier, autora de la novela original.-