sábado, 10 de mayo de 2014

The thirty – nine steps (Treinta y nueve escalones) – 1935 (segunda parte)

(Continuación de la entrada anterior...)

Terminé la primera entrega de este comentario mencionando que esta película está estructurada en base a episodios. Ahora deseo dedicar especial atención a aquel que transcurre en casa del granjero. Para los que no hayan visto la película, comento brevemente que Hannay debió saltar del tren que lo llevaba a Escocia por haber sido descubierto por la policía y continúa su viaje llega a pie por los páramos escoceses hasta que llega a una pequeña granja. No puede seguir, por lo avanzado de la hora, y pide alojamiento al granjero. Éste le exige una suma de dinero a cambio del favor y por su pronta reacción y la mirada de reojo que dirige a Hannay – ¿de desconfianza o de evaluación para determinar cuánto puede cobrarle? – ya vamos adivinando algo sobre su personalidad. Luego lo conduce hasta la casa, en donde espera una joven mujer con aspecto amable. Hannay inocentemente pregunta al granjero si es su hija, dada la evidente diferencia de edad, obteniendo una amarga aclaración del marido ofendido y la vergüenza de la mujer. Dentro de la vivienda entabla una conversación con la joven sobre temas triviales, mientras inspecciona disimuladamente el diario del día, en cuya tapa aparece su foto. Llega el granjero y todos se sientan a cenar. Al mismo tiempo que agradece a Dios por los alimentos servidos, el granjero espía a Hannay, quien sigue pendiente del diario, y a su mujer, que cruza miradas – primero interesada y luego asustada por haber leído el titular – con nuestro protagonista. Cuando llega la noche y se acerca una patrulla policial, la mujer, enterada de la inocencia de Hannay, lo despierta para que retome la huída, pero ambos son descubiertos por el granjero, quien sólo acepta ayudar al fugitivo luego de haber recibido más dinero. A pesar de ello, la mujer insiste en que Hannay huya, porque no confía en su esposo. Nuestro héroe entonces se escapa por una puerta trasera, camuflado con el abrigo del granjero y después de robar un beso a su benefactora. La joven queda nuevamente sola con su brutal marido y sólo volveremos a verlos muy brevemente, en la escena que mencioné en un párrafo anterior, en la cual el granjero descubre que su esposa entregó a Hannay su sobretodo, con el libro de himnos que salva a nuestro protagonista en un bolsillo.-

Esta secuencia sólo dura unos pocos minutos, pero en ellos se encuentra concentrado uno de los pilares del cine hitchcockiano, del cual ya hablé en una entrada anterior: las películas de Mr. Hitchcock no son “fotos de gente hablando”. Aquí el texto va por un carril y la imagen por otro completamente distinto y no necesitamos de parlamentos expositivos para entender la inmensa y conmovedora soledad de esta joven esposa atrapada en un matrimonio sin amor, con un hombre mucho mayor que ella, con intereses y prácticas totalmente diferentes y con la sensibilidad de un puercoespín. Tanto menos cuando obviamente la intención de Mr. Hitchcock no era que la película se transformara en la historia del posible triángulo amoroso entre Hannay, el granjero y su mujer. ¿Cuántas veces nos sucede mirando una película que al terminar nos preguntamos qué sentido tenía tal o cual escena? ¿Para qué nos dieron esa o aquella información? Pues bien, en esta película Mr. Hitchcock hace una demostración de la perfecta utilización del tiempo en la pantalla, ya que aquí nada sobra ni falta (les dije que soy totalmente parcial al hablar de Treinta y nueve escalones).-

Además de esta pareja, hay en la película otras dignas de ser mencionadas y casi podría decirse que Treinta y nueve escalones es un ensayo sobre las relaciones de pareja como puede serlo sobre otros tantos temas. El Profesor Jordan y su esposa, por ejemplo: ¿ella no parece tanto o más siniestra que él? Es muy amable, por supuesto, pero entra en la sala en el mismo momento en que el Profesor apunta Hannay con un arma y ¡ni siquiera se inmuta! Más tarde descubrimos que está al tanto de todo, e incluso da instrucciones por teléfono a los secuaces en el episodio de la posada. Es una digna exponente de esta variante de las “mamás” hitchcockianas constituida por las señoras que tal vez no atormenten a sus hijos pero sí al resto de los mortales (recuerden al ama de llaves de The man who knew too much – El hombre que sabía demasiado – de 1934, entre otras…). Y por supuesto está nuestra pareja principal. Ya se ha dicho mucho sobre el símbolo de las esposas que une a Hannay con Pamela, tanto en cuanto a metáfora del matrimonio como de sometimiento sexual, así que no voy a extenderme mucho sobre el tema, pero ¿a alguien más le parece que la escena en la posada es sumamente sexy, a la vez que divertida? Hago una pequeña digresión: siempre intento imaginarme cuál habrá sido la reacción del público de la época frente a tal o cual escena, y en este caso me pregunto si el momento en el cual Pamela intenta quitarse las medias habrá sido considerado un simple gag, o aquel en el cual Hannay la toma del cuello para impedir que grite, causando que jadee en su cuello se tomó como amenazante; o si por el contrario habrán escandalizado un poco… sospechando la intención de Mr. Hitchcock, espero que lo segundo…


Desde el punto de vista estético, esta película fue filmada en un estilo bastante convencional con excepción de unas cuantas tomas que se destacan. Algunas de ellas son las que corresponden a la secuencia del comienzo, que ya describí. También rescato una toma del granjero avanzando por la cocina luego de haber interrumpido a Hannay y a su mujer: la cámara lo acompaña en un travelling lateral, produciendo un efecto interesante. Otro movimiento que me gusta mucho se puede ver en la escena en la cual Hannay y Pamela son llevados en auto por supuestos policías, justo antes de que el protagonista se dé cuenta de que en realidad son secuaces del Profesor: la cámara está ubicada en el lateral del vehículo, de modo que vemos a Robert Donat casi de perfil, cuando de pronto se retira girando un poco sobre su propio eje, mostrando el exterior del auto, y luego gira un poco más y permanece fija en tierra mientras vehículo se aleja hasta perderse en la noche. Espero haber sido clara, y que puedan imaginar o recordar tan excelente movimiento de cámara. Finalmente, en el segmento en el cual Hannay llega a la casa del Profesor en medio de una reunión familiar, un travelling hacia adelante acompaña a nuestro héroe mientras se interna en la habitación, conducido por los invitados que le ofrecen cigarrillos y bebidas. Luego de un breve plano insertado para mostrar que los policías que lo seguían se retiran por el páramo, la cámara retrocede lentamente mientras los invitados y los anfitriones se retiran, hasta que sólo queda en cuadro Hannay, sentado en el fondo en soledad. Ambos movimientos, junto con el constante diálogo de los personajes, aportan una hermosa fluidez a una escena bastante corriente que, fragmentada en planos y contraplanos hubiera podido hacer decaer el ritmo de la película. Por otro lado, la habilidad de un director se evidencia tanto por lo que muestra como por lo que esconde, y considero muy acertado que Mr. Hitchcock haya renunciado de mostrar al granjero castigando a su mujer por haber dado el abrigo a Hannay. La violencia con la cual sale de cuadro y el grito de la mujer es más que suficiente.-

Mencioné en la entrada correspondiente a The man who knew too much (El hombre que sabía demasiado) de 1934, que a partir de allí la obra de Mr. Hitchcock ganará en uniformidad y vivacidad en cuanto a ritmo. En Treinta y nueve escalones me gusta particularmente que Mr. Hitchcock no descansa: los episodios que forman la película se suceden sin respiro y eso logra que el ritmo no se estanque ni languidezca. También critiqué en el comentario a TMWKTM que los personajes no tuvieran una presentación apropiada y anticipé que eso mismo en Treinta y nueve escalones no me molestaba. En efecto, en esta película no sabemos nada de nadie, pero la trama es tan movida, los personajes están tan bien delineados y los actores los encarnan tan bien, que no importa.

Muy brevemente, para ir terminando este comentario, quisiera señalar la importancia de esta película en la filmografía de Mr. Hitchcock, dado que aquí se establece unos de sus temas esenciales: el del inocente fugitivo. Ya en The lodger (El enemigo de las rubias), de 1926, Mr. Hitchcock había abordado el tema del hombre culpado de un crimen que no cometió. Pues bien, aquí agrega el elemento del desplazamiento por distintos escenarios, que repetirá en Young and innocent (Inocencia y juventud) en 1936, en Saboteur (Sabotaje) en 1942, en Spellbound (Recuerda) en 1945 y por supuesto en la muy conocida North by Northwest (Con la muerte en los talones, Intriga internacional) en 1959. Este tipo de trama aporta muchos beneficios para una película: velocidad, variedad, exotismo, y eso que Mr. Hitchcock sabía aprovechar y que surge de la pregunta “¿qué tienen en tal lugar?”.-

En esta película el cameo de Mr. Hitchcock puede verse después de la primera escena, cuando Hannay y Annabella salen del teatro de variedades y cruzan la calle para tomar el autobús el director pasa caminando delante de ellos y arroja un objeto blanco.-

Finalmente, Treinta y nueve escalones se consigue fácilmente en DVD en Argentina, en una edición de precio accesible con buena calidad de imagen y sonido y subtítulos en español bastante adecuados. Además viene con un episodio de la serie “Alfred Hitchcock presenta” titulado “El jarrón Cheney” (no es mi preferido...).-

viernes, 9 de mayo de 2014

The thirty – nine steps (Treinta y nueve escalones) – 1935 (primera parte)




Argumento: Richard Hannay (Robert Donat), es un joven canadiense de paso por Londres. La misma noche que conoce a Annabella Smith (Lucy Mannheim), una espía extranjera, ella es asesinada. A partir de allí, Hannay se ve involucrado en una intriga internacional liderada por el Profesor Jordan (Godfrey Tearle) a la vez que es perseguido por la policía, como sospechoso del asesinato de Annabella. Hannay se ve forzado a desenmascarar a los villanos para limpiar su nombre, con ayuda de Pamela (Madeleine Carroll), una joven que conoce en su camino.-

Primero que nada, debo decir que esta es una de mis películas favoritas, de Mr. Hitchcock y de cualquier otro director, de modo que sabrán disculpar si no soy del todo objetiva. Además encontré que tenía tanto para decir que para no aburrirlos en exceso decidí dividir este comentario en dos entregas. También es justo decir que “nuestros amigos los verosímiles” pueden encontrar un poco difícil de digerir la trama y lo sé, porque aún recuerdo que la primera vez que vi The thirty – nine steps, en los primeros minutos me pareció totalmente absurda, pero a las pocas escenas “caí” dentro de la historia y la disfruté en grande.-

El comienzo es interesante: un travelling revela el cartel luminoso de un espectáculo de variedades. Luego seguimos al protagonista, de espaldas a la cámara, mientras compra la entrada, ingresa en la sala y se sienta. Ello casi nos hace pensar que caminamos detrás de él, que somos el siguiente espectador en la fila de la boletería, y supone una agradable introducción para Mr. Memory (Wylie Watson), la mayor atracción del espectáculo y un personaje fundamental, como comprobaremos al final de la película. Un disturbio originado en el fondo de la sala – disparos al aire incluidos – arroja a una desconocida en los brazos de nuestro héroe, y sin más, ambos terminan en el departamento de Hannay. La mujer, que se presenta como “Annabella Smith”, mantiene un extraño comportamiento una vez dentro de la morada de Hannay, y lo explica revelando que es una espía extranjera perseguida por un par de agentes enemigos, además de exponer al dueño de casa cierta información confidencial. Aquí es donde el espectador incrédulo se pregunta ¿por qué una espía presuntamente calificada (según dice, ella es la única que puede detener a los villanos) involucra a un hombre inocente en esta intriga? ¿Por qué le revela tanta información en lugar de inventar una excusa para ganar su favor? ¿Por qué Hannay permite que ella pase la noche en su departamento, cuando sabe que los villanos están vigilándolos? ¿No piensa que ello podría ponerlo en peligro? (mientras tanto, todos los demás nos preguntamos ¡¿por qué Hannay no se quita el abrigo dentro de su casa?!).-

Durante la noche Annabella es asesinada, pero antes de morir logra advertir a Hannay de que debe huir. Una pista esencial se encuentra en el mapa de Escocia que Annabella sostiene, y pone al héroe en movimiento. La salida del edificio es resuelta de modo muy ingenioso, y a la vez evidencia la razón por la cual Hannay no puede confiar en nadie: la realidad que atraviesa simplemente no es creíble para el común de la gente.-

Luego se suceden una serie de peripecias de las que Hannay sale airoso, hasta que llega a la morada del Profesor Jordan. Un instante de gran suspenso se vive cuando el Profesor, habiéndose quitado su máscara de respetabilidad, dispara a Hannay y éste cae desplomado. Dominando perfectamente la técnica del género, Mr. Hitchcock difiere la resolución, transportándonos por unos segundos a otro escenario (la casa del granjero) antes de revelar que Hannay fue salvado por un libro de himnos guardado en el bolsillo interior de su abrigo, que absorbió el impacto de la bala.-

Finalmente, Hannay vuelve al área londinense y se encuentra de nuevo en un teatro de variedades, sin saber exactamente qué debe buscar. La música que durante toda la película no podía quitarse de la cabeza vuelve a sonar, y allí el protagonista recuerda que es aquella que presenta a Mr. Memory. Nosotros ya lo sabíamos, claro, pero la escena no resulta vana porque descubrimos junto con Hannay que Mr. Memory es la clave de todo el enigma: el Profesor ha utilizado su extraordinaria memoria para robar la secreta fórmula de construcción de un avión con motor silencioso (he aquí el McGuffin). El final es totalmente apropiado: Hannay pregunta a viva voz qué son los treinta y nueve escalones que ha buscado durante toda la película y Mr. Memory no puede evitar contestar que se trata de una organización de espías al servicio de cierta potencia extranjera. Su respuesta es interrumpida por el Profesor, quien le dispara hiriéndolo de muerte para luego ser atrapado por la policía. Una vez leí por allí un comentario que criticaba la actitud de Mr. Memory y sostenía que era absurdo que no haya mentido para salvar su vida, o al menor para proteger su secreto. Sin embargo, la conducta de Mr. Memory es perfectamente coherente con su idiosincrasia: contesta porque debe contestar, su conciencia y su sentido del deber le impiden obrar de manera diferente. Toda su vida ha estado consagrada a la memorización de datos y la única forma de honrar ese esfuerzo es contestando con la verdad a las preguntas que le formulan. Mr. Memory lleva este principio al extremo y ello le cuesta la vida.-

Como decía anteriormente, me gusta muchísimo esta película. Creo que el motivo principal es su reparto: Robert Donat hace suyo el personaje desbordando energía y encanto. Maneja a la perfección lo que Mr. Hitchcock, en su diálogo con François Truffaut, denominó understatement, es decir la presentación de acontecimientos trágicos con un tono ligero. Este recurso es clave en la filmografía de Mr. Hitchcock, y sus mejores protagonistas fueron quienes lograron encarnarlo. Lamentablemente por distintas circunstancias Mr. Hitchcock y Mr. Donat no volvieron a reunirse en una película: el director quiso que personificara al detective en Sabotage, un año después, pero el trato no pudo concretarse; y leí por estos días que también habría sido su elegido para The secret agent (El agente secreto), del mismo año, pero la salud de Robert Donat le impidió aceptar el papel. Es difícil hacerlo, porque en lo personal me gustan los actores que asumieron ambos roles (John Loder y John Gielgud respectivamente), pero puedo imaginar cómo hubieran resultado esas películas con Robert Donat al frente del reparto… Madeleine Carroll también está muy bien en su rol de joven severa y valiente, y representa con mucha delicadeza el proceso de enamoramiento de Hannay. Su personaje también tiene, al igual que Mr. Memory, su propia lógica: su rectitud la lleva a entregar a Hannay en dos oportunidades y, si bien va cediendo a medida que advierte en el protagonista rasgos nobles, sólo baja la guardia cuando descubre la verdad. Los actores a cargo de los personajes menores, finalmente, son verdaderamente excelentes. Mr. Hitchcock contó a François Truffaut que estructuró el guión como una serie de episodios, de modo tal que cada escena constituya un pequeño film en sí mismo y los viajantes de comercio, el granjero y su mujer, el público de la reunión política, la esposa del Profesor, el posadero y su mujer, cumplen ampliamente con este objetivo. Cada uno de ellos deja una huella imborrable en el espectador, y entre todos “llenan” la película.-
(Continúa en una próxima entrada).-