domingo, 28 de septiembre de 2014

Rebecca (Rebeca, un mujer inolvidable) – 1940

Argumento: Una joven (Joan Fontaine) conoce en Montecarlo a Max de Winter (Laurence Olivier), un acaudalo viudo. En apenas pocos días la pareja se enamora y decide casarse, para luego trasladarse a Manderley, la mansión de Max en Inglaterra. Una vez allí, la joven novia se encuentra con que debe lidiar no sólo con la Sra. Danvers (Judith Anderson), la implacable ama de llaves, sino también con el omnipresente recuerdo de Rebecca, la primera mujer de Max. La investigación por la muerte de Rebecca se reabre luego de que el barco en el cual naufragó es encontrado, revelando oscuros secretos de la fallecida.-
 
Rebecca es la primera película de la etapa hollywoodense de Mr. Hitchcock, quien llegó a Estados Unidos en 1939 contratado por David O. Selznick. En rigor de verdad, como el propio director reconoció en su diálogo con François Truffaut, no se trata de una película “americana” desde el momento en que el director, los actores, la novela en la cual está basada y el lugar en el que se desarrolla la trama son británicos. Sin embargo, Rebecca presenta en su estilización una gran diferencia con las películas que Mr. Hitchcock rodó en su Inglaterra natal, marcando así el inicio de una nueva etapa.-
La historia es contada desde el punto de vista del personaje interpretado por Joan Fontaine, una mujer – niña que significativamente carece de nombre. En el mejor de los casos es nombrada como “Sra. de Winter”, pero lo cierto es que la mayoría de las veces ese título es reservado para Rebecca, la primera esposa de Max. Esta particularidad produce el efecto de disminuir a la protagonista incluso ante sus propios ojos (ella misma se refiere a Rebeca como la “Sra. de Winter”) a la vez que agiganta la figura de la difunta hasta que hacia el final del segundo acto conozcamos la verdad a través del relato de Max.-
Cada acto de la película transcurre en un escenario distinto (Montecarlo, Manderley y el pueblo en el cual se lleva a cabo la investigación) y tiene también un tono distinto. En cierto modo Rebecca podría ser descripta como la historia de una joven que cree que está en una película romántica, pero en realidad está en una película gótica que deriva en una película policial. Estos cambios no llegan a molestar al espectador desprevenido, pero sí son notorios para quien pretenda analizar la estructura de la película.-
El primer acto es precedido por un prólogo narrado por la protagonista y nos presenta a Manderley en estado de abandono y destrucción. Estas imágenes nos remiten a un estado de ensoñación, al cual se refiere expresamente la voz en off, pero también, en lo personal, me hacen preguntarme si acaso la protagonista no estará recordando desde el más allá. En una película que trata sobre el poder de los muertos sobre los vivos, ello me parece posible.-
Luego de esta introducción Mr. Hitchcock pasa abruptamente a mostrarnos un mar embravecido en un plano con movimiento pendular, de picado a contrapicado, sucedido por un primer plano de Laurence Olivier. Max de Winter, su personaje, parece contemplar el suicidio y es sacado de su abstracción por el grito de la protagonista, revelándose enseguida como un hombre irascible. En la escena siguiente, que transcurre en el interior de un lujoso hotel de Montecarlo, el director aprovecha para introducir una gran cantidad de información en una forma bastante natural. Así nos enteramos, a través del personaje de Edythe van Hopper (Florence Bates), una adinerada y un tanto vulgar dama que emplea a la protagonista como dama de compañía, de que Max enviudó recientemente, además de ser la primera vez que se evoca a la mítica Rebecca. Por otro lado, esta escena es fundamental para la presentación de los personajes que intervienen en esta primera parte, lo cual sienta las bases de lo que sucederá después, esto es el enamoramiento relámpago entre Max y la protagonista y la desesperación de ésta frente a la perspectiva de partir apresuradamente. En cuanto al primer aspecto, esta escena es una buena y casi única oportunidad para ver un lado más amable de Max, a la vez que nos muestra su espíritu mordaz. Del lado de la protagonista aprendemos que, aunque es tímida y discreta, tiene opiniones claras y es sincera, todo lo cual es fundamental para que Max se sienta atraído hacia ella, como ya veremos. La Sra. van Hopper, por último, es superficial, maliciosa y demandante lo cual, en mi opinión, empujará a la protagonista a los brazos de Max tanto o más que su amor por él.-
A continuación se sucede una serie de escenas abordadas en tono ligero y que establece
el romance entre la protagonista y Max, además de sembrar más indicios sobre el carácter inestable de éste último y sobre el tormentoso recuerdo de Rebecca. Todo se define a raíz de la partida apresurada de la Sra. van Hopper, quien debe dirigirse a Nueva York para reunirse con su hija. La protagonista, entonces, irrumpe en la habitación de Max para despedirse y éste termina por proponerle casamiento a fin de evitar perderla. En honor a la verdad, la escena es tan poco romántica como podría imaginarse y en un punto me pregunto qué lleva a la protagonista a aceptar a un pretendiente tan desconsiderado, que pasa de declarar su amor a dar instrucciones sobre cómo toma su desayuno sin transición alguna. Una boda que parece tener lugar ese mismo día, a juzgar por el vestuario de los novios, pone fin a este primer acto.-


En el comienzo del segundo acto, Max y su esposa llegan a Manderley en un automóvil descapotable cuando súbitamente se desata una tormenta. Empapada, la nueva Sra. de Winter ingresa en la mansión y se encuentra con que todos los sirvientes fueron reunidos para recibir a la pareja. La Sra. Danvers hace su aparición y con una mirada fulmina a la protagonista. Inmediatamente sabemos que la joven novia está en problemas y además es evidente que Max no estará allí para defenderla: las escenas de la pareja no son exactamente un reflejo de felicidad conyugal.-
Nuevos personajes secundarios son introducidos en este acto: Beatrice (Gladys Cooper), la hermana de Max, llega de visita y brinda nueva información a la protagonista; y su esposo (Nigel Bruce), aporta toques de humor. Además, conocemos a Frank Crawley (Reginald Denny), el administrador de la propiedad y francamente la única persona normal entre los habitantes de Manderley; a Ben (Leonard Carey), un hombre perturbado que ronda por la propiedad; y a Jack Favell (George Sanders), el primo favorito de la fallecida. Todos ellos recuerdan permanentemente a Rebecca, convirtiéndola en una presencia ineludible. Mientras Max se encuentra en Londres la protagonista, agobiada por su propia ignorancia sobre el asunto, se decide a entrar en la habitación de Rebecca y es sorprendida por la Sra. Danvers. En una escena memorable, el ama de llaves ofrece una visita guiada por la habitación y hábilmente conduce a la protagonista por su mundo interior de devoción por Rebecca. Sobreponiéndose a su angustia la protagonista por fin hace oír su voz y ordena a la Sra. Danvers que se deshaga de los papeles privados de la primera Sra. de Winter. La mirada casi directa hacia la cámara del ama de llaves nos deja entrever que tal vez haya perdido esta batalla, pero que no renunciará a librar la guerra.-
En la secuencia siguiente, una protagonista más segura de sí misma convence a Max de dar una fiesta de disfraces. Con la guardia baja acepta la sugerencia de la Sra. Danvers respecto a su traje. El desastre está por llegar: a último momento la protagonista baja al salón dispuesta a sorprender a su esposo sin saber que luce exactamente el mismo vestido que usó Rebecca. Ante la desesperación de Max, la protagonista decide confrontar a la Sra. Danvers y la sigue hasta el dormitorio de Rebecca, donde ambas mujeres miden fuerzas nuevamente. El ama de llaves casi gana la partida cuando súbitamente todos los ocupantes del piso inferior abandonan la casa. Un barco ha naufragado en la costa de Manderley y todos corren en su auxilio. La protagonista sale en busca de Max y logra encontrarlo en la cabaña abandonada que solía ocupar Rebecca. Allí Max por fin revela a su esposa la historia de la difunta (algo que, vamos, probablemente debió haber hecho hace mucho tiempo). Si bien la escena tiene una duración considerable y contiene gran cantidad de información, hay que decir que no llega a ser tediosa. Por un lado, hemos esperado tanto para conocer la historia de Rebecca que escuchamos las explicaciones de Max con atención. Por el otro, Mr. Hitchcock sorprende con un movimiento de cámara inusual para ilustrar el parlamento del protagonista: consiste en una toma subjetiva desde el punto de vista de Max, que sigue los que fueron los movimientos de Rebecca en su última conversación con él. Con bastante osadía el director nos deja ver un plano “vacío”, esto es sin ningún personaje, en lugar de recurrir a la alternativa de un flashback. Sin dudas se trata de una decisión muy acertada: a estas alturas hemos idealizado tanto a Rebecca que mostrarla, a una hora y media de comenzada la película, sólo podría decepcionar al espectador, a la vez que la humanizaría y Mr. Hitchcock todavía necesita que su figura sea inconmensurable.-
A partir del monólogo de Max comienza la transición entre el segundo y el tercer acto, que está abocado a la investigación sobre la muerte de Rebecca. Al cambiarse el escenario de la acción se pierde el clima gótico que domina el segundo acto y entramos de lleno en una película policial. Este acto se inicia con una escena de gran economía: Max debe reconocer el cuerpo de su primera esposa pero Mr. Hitchcock no se demora en construir una morgue o siquiera un cadáver. Simplemente coloca a los personajes en círculo, mirando hacia abajo (tal vez demasiado abajo, el cuerpo de Rebecca parecería estar en el suelo) en una habitación con paredes desnudas.-
Una vez iniciada la investigación, gran parte de los personajes del segundo acto se traslada a la sala en la que se desarrolla la audiencia. Antes de introducirnos en ella, Mr. Hitchcock aprovecha para incluir un personaje de esos que abundaban en la etapa británica de su filmografía: se trata de un policía que relata a los curiosos los detalles de su arresto más importante, remitiéndonos a la fascinación que el crimen ejerce sobre el público. Este nuevo acto está cargado de información, pero nuevamente Mr. Hitchcock logra transmitirla en una forma interesante.-
Hasta ahora evité revelar el final de la película, comportándome con una cautela inhabitual en este blog en el cual no ahorré spoilers (aunque sospecho que quienes frecuentamos los blogs de cine no dejamos de ver una película por haber leído sobre su final, antes bien lo contrario…), pero ahora debo decir que Max había explicado a la protagonista en la cabaña abandonada que Rebecca murió como consecuencia de una mala caída durante una discusión en la cual ella le anunció que esperaba un hijo de otro hombre. Al ver a su esposa sin vida, Max decidió colocar su cuerpo en el barco de Rebecca y provocar su hundimiento, temiendo que, si alertaba a las autoridades, nadie creyera que él no la había asesinado. Pues bien, la investigación llevada a cabo en el último acto de la película saca a la luz el hecho de que el barco fue hundido intencionalmente. Ello hace pensar a los investigadores que la mujer se suicidó, aunque Favell intenta convencer al Coronel Julyan (C. Aubrey Smith), el jefe de policía local, de que Max tenía motivos para asesinar a Rebecca dado que ésta esperaba un hijo suyo (todo ello, claro, luego de que su extorsión a Max fracasara y es que Favell no está precisamente motivado por su afán de justicia). Intentando esclarecer este punto, Max, Crawley, Favell y el Coronel Julyan se dirigen a Londres para entrevistar al médico personal de Rebecca, mientras que la Sra. de Winter y la Sra. Danvers regresan a Manderley. Aquí entra en escena un viejo conocido de los seguidores de la etapa hollywoodense de Mr. Hitchcock, Leo G. Carroll, quien interpreta al Dr. Baker. Este revela que atendía a Rebecca bajo el nombre de “Sra. Danvers” y que ésta no estaba embarazada, como sospechaba, sino que tenía cáncer. De este modo, resulta que Rebecca mintió a Max intentando enfurecerlo y que éste la matara para evitar una larga y penosa enfermedad, pero falleció por accidente en el intento… Todo esto es revelado telefónicamente por Favell a la Sra. Danvers, quien termina por perder la razón impulsada, en mi opinión, por el deseo de terminar la obra destructiva de su señora. Así, la Sra. Danvers inicia un incendio que consume a Manderley y a ella misma (gran escena si las hay). Finalmente, parece que la protagonista y Max podrán tener un nuevo comienzo, libre de fantasmas…
Habitualmente se dice que Mr. Hitchcock decidió trasladarse a Hollywood atraído por la posibilidad de contar con mayores medios técnicos y artísticos que los que tenía a su disposición en Inglaterra y no para ganar experiencia puesto que para 1939 ya era un director consagrado, con más de diez años de trayectoria y éxitos de crítica y público sobre sus espaldas. Ello es bastante evidente en Rebecca, que presenta una serie de ideas que Mr. Hitchcock ya había ensayado antes (el protagonista masculino con actitudes ambiguas de The lodger, una variante de la madre hitchcockiana de Easy virtue en la Sra. Danvers, la mansión tenebrosa de Number seventeen y la figura infantil involucrada en una trama que la excede de Sabotage, por nombrar algunas) en una forma visualmente más compleja y atractiva.-

Dejando de lado el hecho de que las proyecciones utilizadas como fondo cuando los personajes caminan en exteriores o se desplazan en automóviles no son de las mejores, hay que decir que todo lo demás que vemos en pantalla fue cuidadosamente dispuesto. Rebecca abunda en detalles en una forma que nunca antes habíamos visto en la obra de Mr. Hitchcock. Esto es particularmente cierto en Manderley, en donde las molduras, las alfombras, las cortinas y tapizados, las balaustradas, todo presenta un estilo barroco casi asfixiante. Además, el gran tamaño en los escenarios no hace más que resaltar la insignificancia de la protagonista, siendo el más exuberante de los escenarios el dormitorio de Rebecca, lo cual demuestra una vez más la abismal diferencia entre la primera y la segunda Sra. de Winter. Sólo el despacho de Crawley presenta proporciones adecuadas y es, justamente, el único lugar en el cual la protagonista parece sentirse cómoda y útil.-
Por otro lado, si la elección de los planos es bastante tradicional hay que decir que la fotografía de la película sirve bien a su propósito, sobre todo en el segundo acto. El uso dramático de la iluminación en las tomas interiores de Manderley contribuye a establecer el tono gótico de la parte media, incluso en las escenas que transcurren durante el día. Se destaca particularmente la escena en la cual Max y la protagonista miran la filmación de su luna de miel: un comentario de la Sra. de Winter enfurece a Max y por un momento tanto ella como nosotros sentimos miedo por su reacción. Todo ello es acentuado por la penumbra que reina en la habitación, interrumpida sólo por el parpadeo de la luz del proyector.-
La utilización de la banda sonora en Rebecca también merece un comentario. La misma estuvo a cargo de Franz Waxman, un prolífico compositor responsable de la música de otras tres películas de Mr. Hitchcock (Suspicion – Sospecha – The Paradine case – El proceso Paradine, Agonía de amor – y Rear window – La ventana indiscreta) y de muchos clásicos entre los que se cuentan The Philadelphia Story (1940), To have and have not (1944), Sorry, wrong number (1948) y Sunset Boulevard (1950). En este caso debo decir que la música es, por supuesto, muy hermosa y apropiada para este cuento de princesas que se transforma en una historia de terror pero por momentos está un poco fuera de control. Cuando volví a ver Rebecca para escribir este comentario, y hacía tiempo que no la veía, noté que durante el primer y segundo acto la música está presente casi constantemente, hasta llegar al punto en que uno no la escucha (lo cual dudo que haya sido la intención de ningún compositor en la historia de la música). Es difícil adivinar quién fue responsable por esto, si Mr. Hitchcock o Mr. Selznick, dado que es sabido que ambos procuraban controlar cada aspecto de sus películas y por lo tanto no puede decirse que alguno de los dos haya cedido el paso para que el otro se impusiera, pero lo cierto es que al final de cuentas alguien tomó una decisión que no parece del todo acertada…
Finalmente, en cuanto a las actuaciones, debo reconocer que tenía el recuerdo de que eran menos satisfactorias de lo que son… Es cierto que Laurence Olivier y Joan Fontaine no tienen buena química, pero en alguna forma eso termina sirviendo a la trama. De hecho se supone que la protagonista se enamora de un hombre que, al menos por el momento, no está emocionalmente disponible. Aún así me hubiera gustado ver un poco más de pasión cuando la pareja por fin se deshace del fantasma de Rebecca. Considerándolos individualmente, Laurence Olivier logra por momentos aquello que ya habíamos visto en Ivor Novello en The lodger, es decir el tránsito por esa delgada línea entre el romance y la amenaza, aunque durante el resto del tiempo parece incómodo en su papel… Joan Fontaine, por su parte, fue la verdadera sorpresa para mí en este nuevo visionado: sigo pensando que por momentos sobreactúa su miedo e inseguridad, pero también reconozco que cuando se relaja un poco ofrece una actuación delicada y encantadora. Los actores secundarios (George Sanders, Gladys Cooper, Reginald Denny, Florence Bates, Nigel Bruce, Leonard Carey y por supuesto Leo G. Carroll) están perfectos en sus roles y aportan una naturalidad que lamentablemente no abunda en los dos protagonistas. Pero sin dudas
los mayores elogios se los lleva Judith Anderson. Para 1939 ya se había consagrado en teatro interpretando roles de Shakespeare y en tragedias griegas y aporta toda esa intensidad a este personaje complejo, sin hacer evidente aquello que el director no quería explicitar. Durante la preparación de la película, Mr. Hitchcock recibió una advertencia en cuanto a la naturaleza de la relación entre Rebecca y la Sra. Danvers: en pleno apogeo del Código Hays, nadie quería que se diera a entender que entre ambas existía una relación “inapropiada”, pero lo cierto es que lo que quedó en pantalla (sobre todo en la escena de la visita al dormitorio de Rebecca) es suficiente como para ponernos en duda… Además es interesante pensar que el conocimiento entre ambas mujeres debía ser muy antiguo, puesto que Rebecca consultaba al Dr. Baker bajo el nombre de “Sra. Danvers” cuando todavía era soltera, y fue ella quien llevó al ama de llaves a Manderley.-
El cameo de Mr. Hitchcock en Rebecca es casi imperceptible: después de que Favell telefonea a la Sra. Danvers desde Londres, sale de la cabina y es reprendido por un policía por haber estacionado mal su vehículo. Detrás de él puede verse al director cruzar la imagen de derecha a izquierda, con sobretodo y sombrero.-
Rebecca fue lanzada en DVD en Argentina en una edición económica y fácil de conseguir. La calidad de la imagen y el sonido es bastante buena y los subtítulos son aceptables, aunque no del todo exactos. Sin embargo, vuelvo a recomendar la edición de 2008, importada, que se integra con otras siete películas, presentadas como “Ocho obras maestras del maestro del suspense”. El box set se completa con The Lodger (El enemigo de las rubias), Sabotage, Young and innocent (Inocencia y juventud), Lifeboat (Náufragos, Ocho a la deriva), Spellbound (Recuerda, Cuéntame tu vida), Notorious (Tuyo es mi corazón) y The Paradine case (El proceso Paradine, Agonía de amor). La calidad de la imagen es mejor que en la versión nacional, tiene muy buenos subtítulos en español y contenidos especiales muy interesantes (sin subtítulos) que incluyen un audio comentario y dos documentales, uno sobre la realización de la película y otro sobre la vida y obra de Daphne Du Maurier, autora de la novela original.-