martes, 5 de mayo de 2015

The Paradine case (El proceso Paradine, Agonía de amor) – 1947

Argumento: Maddalena Paradine (Alida Valli) es acusada del homicidio de su esposo, el Coronel Paradine. Tony Keane (Gregory Peck), su abogado, se enamora de ella y deja que sus sentimientos interfieran con la defensa de su cliente y con su matrimonio con Gay (Ann Todd).-

Confieso que esta película no está entre mis favoritas. El propio Mr. Hitchcock señaló muchos de los que él consideraba sus defectos sin que Monsieur Truffaut se lo preguntara e indudablemente ello predispone a quien, como yo, leyó tales opiniones antes de ver The Paradine case por primera vez. Sin embargo, a poco que uno se pone a considerar los detalles, descubre que esta en una película rica en cuanto a su estética y a las redes que tejen sus personajes.-

Sobre el primer aspecto, es indudable que Mr. Hitchcock puso todo su empeño en contar esta historia en términos visuales. La presentación de la Sra. Paradine, el primer personaje que conocemos, es elegante y abunda en primeros planos de Valli mirando directamente a la cámara. La ruptura en estos primeros minutos con el código cinematográfico más básico, según el cual los actores no deben mirar a la cámara nos hechiza a la vez que nos incomoda pues es algo que no esperamos ver en la pantalla grande. Algo similar sucederá en el segundo acto
de la película con la aparición del misterioso André Latour (Louis Jourdan), el valet del Coronel. Este personaje es mostrado en la casa de campo de los Paradine desde el punto de vista de Tony, quien no lo conoce, con su rostro siempre entre penumbras o visto desde un ángulo que impide su identificación. Momentos más tarde hace una entrada en escena dramática, mirando directamente hacia el espectador a través de una ventana, llegando de la nada y desapareciendo de la misma forma. Tanto él como Maddalena son criaturas exóticas en su medio – por partida doble de hecho, ya que ambos son extranjeros y provienen de clases sociales bajas – son bellos, misteriosos y siniestros y todo ello es sugerido al espectador en una forma puramente visual a través de los encuadres utilizados o de sus actitudes y posturas corporales.-

Un elemento habitual en la filmografía de Mr. Hitchcock pero que aquí toma especial relevancia es la interferencia en la línea de visión del espectador a través de objetos colocados entre la cámara y los actores. Este recurso es utilizado por el director para reencuadrar una toma, llamando la atención sobre un detalle que podría perderse dentro de un contexto más amplio; para producir un efecto en el espectador, por ejemplo incomodidad o claustrofobia; o bien para reflejar el punto de vista o el estado mental de un personaje. El ejemplo más claro de ello en The Paradine case es la lámpara de techo del saloncito en el cual Tony tiene su entrevista con Latour. Yendo tal vez demasiado lejos, Mr. Hitchcock coloca una lámpara enorme pendiendo a poca altura de la mesa de trabajo de Tony y varía su posición según su conveniencia. Las piezas que la decoran me hacen pensar en estalactitas del inframundo del cual parece provenir Latour. Penden sobre ambos hombres y en una toma en particular parecería que estuvieran a punto de caer sobre ellos. La presencia de esta lámpara en la escena también es significativa en cuanto Latour intenta, figuradamente, “sacar a la luz” la verdadera naturaleza de Maddalena ante un Tony que se empeña en permanecer en las sombras. Finalmente, piezas similares pueden verse brevemente en la escena de mayor confrontación entre Tony y Gay, en lo cual veo un símbolo de la influencia dañina de Maddalena que se ha deslizado en este matrimonio para romperlo.-

Otro elemento importante en The Paradine case, recurrente en la obra de Mr. Hitchcock, es la existencia de un retrato que ejerce gran influencia sobre uno de los personajes, siendo posiblemente el ejemplo más famoso el de Carlota Valdés en Vertigo. En este caso, lo inusual es la ubicación de la pintura. Cuando Tony viaja hasta la casa de campo de los Paradine, descubre un retrato de Maddalena aplicado sobre… la cabecera de su cama matrimonial. Es inevitable pensar que este retrato, colocado en un lugar de gran intimidad, no estaba obviamente destinado a la apreciación del Coronel Paradine, quien ya era ciego cuando Maddalena se casó con él… La sensualidad del retrato hace que Maddalena sea una presencia más que tangible para Tony y termina de hundirlo en su pasión, aún cuando Gay se esfuerce por creer lo contrario.-

Las escenas que transcurren en la cárcel y en la corte son lecciones de realización cinematográfica. En primer lugar, el arresto de Maddalena recuerda al comienzo de Blackmail (Chantaje, La muchacha de Londres) y prefigura la detención de Manny en The wrong man (Falso culpable, El hombre equivocado): la humillación de esta mujer altiva no puede ser mayor cuando es desvestida y su peinado es desarmado para asegurar que no esconda nada en su cabellera. Luego, cuando Tony y Simmy (Charles Coburn), el colega y amigo que le deriva el caso, entran en la sala en la que entrevistarán a Maddalena, la cámara se ubica en el cielorraso en forma cenital, es decir, apuntando hacia abajo en forma perpendicular al suelo. Este tipo de plano, del cual algunos directores abusan con fines caprichosos, aquí nos permite apreciar el reducido tamaño de este ambiente, en una forma que ningún otro plano podría lograr. El dominio de Mr. Hitchcock para colocar la cámara en el único lugar posible puede advertirse nuevamente en las escenas del juicio. El director resiste la tentación de mostrarnos la sala y se limita a planos bastante cerrados que muestran el punto de vista de los diferentes involucrados, destacándose los abundantes rostros inmóviles que enmarcan a los personajes principales como gárgolas góticas. Sólo utiliza los planos generales para agregar dramatismo – en el momento en que Latour pierde el control en medio de su declaración como testigo – o bien para poner en evidencia la soledad y la pequeñez de Tony cuando abandona la sala luego de confesar sus faltas ante el Tribunal.-

Otro gran momento en este tercer acto es el dúo de tomas que muestran la entrada y la salida de Latour. La primera de éstas es realizada desde el punto de vista de Maddalena, pero con un giro extraordinario: en lugar de mostrar lo que el personaje ve – como en el caso de una toma subjetiva típica – Mr. Hitchcock coloca en primer plano a la Sra. Paradine mientras Latour camina por detrás de ella. A pesar de que estamos viéndola en todo momento, durante esa toma nos transformamos en Maddalena como en una suerte de desdoblamiento, y casi podemos sentir escalofríos en la nuca por la percepción de la persona amada detrás de nosotros. Por el contrario, cuando Latour abandona la sala ya no somos Maddalena sino él. El ex – amante se retira disminuido por el embate de Tony y ni siquiera tiene el consuelo de una mirada cálida por parte de la mujer que lo ha conducido a la ruina: ella simplemente da la espalda tanto a Latour como a nosotros.-

Los decorados en los que viven los personajes principales también son dignos de ser mencionados. La casa de Tony y Gay es casi asfixiante, con ese barandal barroco y el dormitorio como de casa de muñecas que con el correr de la película se torna cada vez más frío. La residencia de campo de los Paradine me hace pensar en la casa de Rebecca – de hecho la incursión de Tony por el dormitorio de Maddalena es similar a la de la protagonista de aquella película – con sus espacios comunes inmensos y sus puertas que esconden secretos (hay aquí también una referencia a Notorious – Tuyo es mi corazón, Encadenados).-

En cuanto a la trama de la película, encuentro que en The Paradine case sucede algo similar a lo que señalé respecto a Notorious (Encadenados, Tuyo es mi corazón): el verdadero tema de la película es el poder destructivo de la pasión y del desamor. Todo lo demás, incluida la muerte del pobre Coronel Paradine, es puro McGuffin. La película abunda en distintas versiones del amor romántico y la pasión. Tony y Gay, Tony y Maddalena, Maddalena y Latour, Latour y el coronel Paradine, el juez Horfield (Charles Laughton) y su esposa (Ethel Barrymore), Horfield y Gay, todos pintan un completo repertorio de posibilidades. La moraleja de la película parece expresarse en boca de Lady Horfield: “si tan sólo fuéramos más amables entre nosotros…” y en la actitud conciliadora de Gay, pero me atrevo a decir que este mensaje no es tanto de Mr. Hitchcock como del productor, David O. Selznick. No me he referido en este blog a la colaboración entre ambos, siendo bastante conocido que su relación profesional no fue armónica y que sus estilos de trabajo eran diametralmente opuestos. En esta, su última película juntos, Selznick fue el responsable por el guión y, si atendemos al balance general de la filmografía de Mr. Hitchcock, podemos pensar que un final tan optimista y hasta azucarado parece responder a la mano del productor…

Volviendo al lado hitchcockiano de la película, el personaje de Maddalena es uno de los más complejos de su filmografía. Lo que se sugiere y lo que se muestra nos permite concluir que es una verdadera femme fatale dueña de un poder de destrucción que consume todo lo que toca y cuando ya no queda nada, termina consigo misma. De todas sus “víctimas”, la que me produce más compasión es Latour porque es quien más se resiste a Maddalena y quien paga más caro su debilidad. Latour es, a mi entender, evidentemente homosexual y consagrado al coronel, y aunque no existen en la película evidencias de que su pasión fuese carnal o siquiera correspondida, sí creo que se trató de un amor platónico y posiblemente unilateral. Latour tiene, además, la misma fuerza magnética que Maddalena: parece hechizar al cochero que lleva a Tony a la casa de campo de los Paradine, quien primero dice no conocer mucho a Latour pero luego conversa animadamente con él y llega hasta encubrirlo; e incluso el juez Horfield resulta conmovido por su atractivo. La pareja conformada por el juez y su esposa tampoco tiene desperdicio. Lady Horfield parece al borde del desquiciamiento, con apenas suficiente barniz de normalidad como para sostener la agenda social. El juez, bastante atinado en su función pública, es cruel y lascivo en la esfera privada y es fácil adivinar el antiguo trasfondo de violencia de todo tipo en esta pareja. Finalmente, dos elementos típicamente hitchcockianos presentes también en The Paradine case son la contraposición de distintas clases sociales (Maddalena, Latour y Tony contra el resto del mundo en el cual pretenden insertarse) y la presencia de personajes cuya función es clarificar la trama para el espectador (Simmy y su hija –Joan Tetzel).-

El reparto de esta película es uno de los aspectos más criticados por el propio director. Con todo respeto, discrepo con él. Tanto Mr. Hitchcock como Truffaut juzgan a Gregory Peck como una elección equivocada, por su falta de clase para el rol de un abogado inglés. Ambos parecen olvidar que tanto Tony como Gay hacen referencias a sus orígenes más modestos en relación a su esposa y a sus colegas y eso constituye, justamente, la nota interesante de su personaje: Tony parece estar más cerca de Maddalena que de Gay y eso fortalece la atracción que siente por aquélla como giro argumental. Allida Valli y Louis Jourdan tampoco satisfacen al director y responsabiliza a Selznick por sus incorporaciones al reparto, sin embargo yo encuentro que ambos son muy efectivos en sus roles. Charles Laughton y Ethel Barrymore son las verdaderas gemas de esta película (Laughton logra sin esfuerzo ser absolutamente repulsivo en cada escena y ¡eso es brillante! Me mata verlo limpiarse los dientes luego de atormentar a su esposa, como si esa práctica constituyera el postre de su comida) y Charles Coburn, Joan Tetzel y Leo G. Carroll brindan un buen soporte en sus roles secundarios. Sólo Ann Todd no llega a gustarme en The Paradine case. Reconozco que no recuerdo haberla visto en otra película (les agradecería si pueden sugerirme algún título en el cual se destaque), de modo que no puedo determinar si su interpretación aquí es una cuestión específica o parte de su estilo. En sus escenas iniciales con Peck ambos logran plasmar una muy buena relación de pareja, espontánea y amorosa, pero por lo demás me parece algo sosa. Por último, me intriga la aparición de John Williams en las escenas del juicio. Su rostro puede verse al lado de Tony, pero no tiene ningún parlamento. Me pregunto si tendría una participación más extensa que luego se perdió en la sala de edición…

Quisiera dedicar una última mención a la banda de sonido de la película, a cargo de Franz Waxman. Nuevamente sentí, al igual que con Rebecca, que la música está un poco fuera de control, que está demasiado presente por aquí y por allá sin un verdadero sentido dramático.-

El cameo de Mr. Hitchcock en The Paradine case puede verse bastante avanzada la película: cuando Tony llega a la estación con destino a la casa de campo de los Paradine el director baja del tren detrás de su protagonista, llevando un contrabajo y fumando un cigarro.-


Esta película fue editada en Argentina bajo el título “Agonía de amor” en una presentación doble con Psicosis, pero esa no es la edición que tengo. Nuevamente (y por última vez, he terminado la serie) yo recomiendo la versión importada editada en 2008 conjuntamente con otras siete películas presentadas como “Ocho obras maestras del maestro del suspense”. El box set se completa con The Lodger (El enemigo de las rubias) Sabotage, Young and innocent (Inocencia y juventud), Rebecca (Rebeca), Lifeboat (Ocho a la deriva, Náufragos), Spellbound (Recuerda, Cuéntame tu vida) y Notorious (Encadenados, Tuyo es mi corazón). La calidad de la imagen y el sonido es excelente, tiene subtítulos en español y los contenidos especiales, sobre todo el audiocomentario, son muy interesantes aunque carecen de subtítulos.-