sábado, 18 de julio de 2015

Strangers on a train (Pacto siniestro, Extraños en un tren) – 1951

Argumento: Guy Haines (Farley Granger) y Bruno Antony (Robert Walker) se conocen accidentalmente en un tren. Durante el almuerzo que comparten, Bruno ofrece matar a la esposa de Guy (Laura Elliott) para que éste pueda casarse con su novia Anne Morton (Ruth Roman) si a cambio Guy mata al padre de Bruno (Jonathan Hale). Cuando Bruno cumple su parte del plan comienza a acosar a Guy para que haga lo propio.-

Strangers on a train es un clásico de la filmografía de Mr. Hitchcock, tan representativa de su estilo como The thirty – nine steps (Treinta y nueve escalones) o North by northwest (Intriga internacional, Con la muerte en los talones) y ha sido reinterpretada, homenajeada y copiada en infinidad de otras películas. Representa, además, la inauguración formal de la década de 1950 para el director (que podemos alargar un poco hasta 1963, año de estreno de The birds – Los pájaros), sin dudas su período de mayor éxito comercial y de logros artísticos más consistentes. Por último, es la primera colaboración entre Mr. Hitchcock y Robert Burks, el director de fotografía responsable por la estética de las siguientes películas del director hasta 1964, con la sola excepción de Pshyco (Psicosis).-

Visualmente, esta película es muy interesante y desde el mismísimo comienzo se advierte la intención del director de contar su historia a través de las imágenes. En una famosa secuencia, seguimos los pies de dos caballeros que bajan de diferentes taxis, atraviesan la estación, toman un tren que circula por un complejo trazado de rieles y finalmente chocan sus pies cuando se sientan frente a frente. Esta secuencia funciona a modo de presentación de los personajes y resume, además, el disparador de la película: la unión de los destinos de dos hombres depende solamente de un cruce fortuito e inevitable. Otros momentos memorables desde lo visual son el almuerzo en el tren, en donde Mr. Hitchcock recupera un recurso que ya había utilizado en The lady vanishes (Alarma en el expreso, La dama desaparece) al colocar un objeto sumamente importante para la trama (aquí, el encendedor de Guy; en aquel caso se trataba de las bebidas envenenadas) en un primer plano, sin mencionarlo en lo absoluto de modo tal que sea la imagen la que nos señale su relevancia; el asesinato de Miriam, la esposa de Guy, reflejado sobre el cristal de sus anteojos; y aquel en el cual Bruno mira fijamente a Guy mientras el resto del público atiende el desarrollo del partido de tenis. Y por supuesto el final apoteótico en el parque de diversiones, con ese carrusel fuera de control saliéndose de su eje.-

Mr. Hitchcock vuelve a utilizar en esta película el montaje para manipular el tiempo tal como había hecho en casos anteriores, sobre todo en Sabotage y en Notorious (Encadenados, Tuyo es mi corazón). En este caso, edita paralelamente el partido de tenis que Guy debe jugar (y terminar antes del ocaso) con el segundo viaje de Bruno al parque de diversiones. A medida que avanza la acción en ambas escenas el ritmo del montaje se acelera, lo cual aumenta la tensión del espectador y recuerda, como aquellas botellas de champagne de Notorious, al tic tac de una bomba.-

Esta secuencia es relevante, además, en relación a lo que está sucediendo con cada uno de los protagonistas: Guy se juega la vida en este partido de tenis pero no puede simplemente perderlo adrede. Debe jugar bien porque es lo que está llamado a hacer, de la misma forma en que Mr. Memory – el inolvidable personaje de Treinta y nueve escalones – debía responder aún poniendo en riesgo su vida. Bruno, por otro lado, falla por primera vez al perder el encendedor que le servirá para incriminar a Guy en el asesinato de Miriam y de pronto nos encontramos deseando que pueda recuperarlo. Según su costumbre Mr. Hitchcock manipula nuestra moral haciéndonos preocupar por la suerte del villano. Asimismo, en distintas oportunidades alterna el punto de vista de Guy con el de Bruno, convirtiendo al espectador en ambos. Ello puede verse en la escena en la cual Guy increpa a Bruno en la fiesta dada por el Senador Morton y también durante la pelea en el carrusel. En el mismo sentido, el director no incentiva nuestra simpatía por Miriam, pese a que es una víctima especialmente vulnerable (está embarazada). La forma en que es presentada nos hace despreciarla: es calculadora, le ha sido infiel a Guy cuando aún estaban juntos y además sale en una cita con dos muchachos demasiado jóvenes que no saben que está embarazada y ¡coquetea con Bruno a la vez! Una víctima de tal naturaleza eleva la consideración de Bruno a los ojos del público, convirtiéndolo en una suerte de justiciero (de la misma manera, durante su incursión en el parque de diversiones “castiga” a un niño que lo molesta y "absuelve" a un hombre ciego ayudándolo a cruzar la calle) y realza la falta en la que incurre Guy al incumplir su parte del trato. Esta distorsión moral es expuesta por los personajes en una escena posterior en la cual “Babs” (Patricia Hitchcock), la hermana de Anne, ataca la memoria de Miriam y es reprendida por su padre (Leo G. Carroll), único personaje que recuerda que, con todos sus defectos, Miriam era un ser humano y tenía derecho a buscar la felicidad. Más tarde, llega la representación visual del conflicto que plantea la trama en la escena del carrusel: el equilibro representado por un objeto que gira siempre su eje a una velocidad moderada y constante se rompe en cuanto la policía mata por error al operador (otra alteración del orden establecido). El caos se impone poniendo en riesgo a los personajes y la calma sólo es restablecida luego de que el artefacto es frenado súbitamente causando su destrucción total. De la misma forma, el orden en la vida de Guy sólo vuelve luego de unas cuantas peripecias (y algunos muertos en el camino…) pero ya nada será lo mismo. Su aventura lo ha transformado, tal como sugiere la escena final en la que Anne y él huyen de un párroco que los reconoce en su viaje de regreso a casa.-

El tema de la película es, por supuesto, la transferencia de la culpa como en muchas de otras películas de Mr. Hitchcock, esta vez en una forma más compleja dado que Guy materialmente no cometió el crimen del cual es sospechoso pero es responsable por la muerte de Miriam y de alguna forma también lo es por las de Bruno y del operador del carrusel al mismo tiempo que gracias a su reticencia salva la vida del Sr. Antony. Pero además, hay aquí otro tema subyacente que ha sido señalado por Donald Spoto en “The art of Alfred Hitchcock. Fifty years of his motion pictures”, y es el de la supuesta homosexualidad de los protagonistas. Esta interpretación emparentaría Strangers on a train con Rope (La soga), de modo tal que nuevamente tenemos a Farley Granger interpretando a un joven forzado a confrontar su lado oscuro por un homosexual más agresivo; pero también con Shadow of a doubt – La sombra de una duda – en la forma en que la joven Charlie despierta a la sensualidad al mismo tiempo que a sus impulsos criminales en cuanto el tío Charlie entra en su vida, y con la mayoría de las películas de Mr. Hitchcock. Se trata una vez más del antiguo tema del director: el poder destructivo de la pasión, que no distingue entre hombres y mujeres, ya sea que estén involucrados en relaciones hetero u homosexuales. Las actuaciones de Robert Walker y de Farley Granger refuerzan esta interpretación, sobre todo la forma en que éste último representa la interacción de Guy con los demás personajes: se muestra apasionado pero no del todo convincente con Anne y sólo está cómodo con otros hombres o con alguna mujer que no represente una amenaza en términos románticos, como “Babs” o Miriam.-

No quisiera terminar este comentario sin referirme a la madre de Bruno (Marion Lorne), ¡hablando de madres hitchcockianas, ésta probablemente se lleve el premio mayor! Antes de conocerla, podemos pensar que Bruno es un personaje excéntrico; después, ya no queda ninguna duda que tiene que estar totalmente perturbado. La duplicidad entre Bruno y su madre es resaltada con delicadeza en la escena en la que Anne intenta advertir a la Sra. Antony sobre la peligrosidad de su hijo: antes de retirarse de la sala, ésta última se voltea y hace un pequeño ademán a Anne. Un par de minutos más tarde, Bruno repite el gesto.-

Las interpretaciones en esta película son absolutamente brillantes. Comenzando por los dos protagonistas, Robert Walker compone uno de los villanos más atractivos de la filmografía de Mr. Hitchcock y brinda, junto con Marion Lorne, el trabajo más memorable en Strangers on a train, su última película. Farley Granger vuelve a aportar su vulnerabilidad y de nuevo, como en Rope, eso es precisamente lo que su personaje necesita para que resulte verosímil verlo envuelto en toda clase de problemas. Ruth Roman resulta un poco distante y eso cimenta la interpretación de Spoto según la cual Anne sólo será una “esposa trofeo” para Guy, alguien que lo ayude a encumbrarse y a lucir respetable sin exigirle demasiado. Patricia Hitchcock se desempeña muy bien y cumple una importante función clarificadora: en la mayoría de sus películas Mr. Hitchcock incluye un personaje que explica ciertos puntos tal vez oscuros del guión y que representa la voz del espectador. Laura Elliott, finalmente, deja un recuerdo persistente que compensa su breve participación y de alguna forma logra la redención de su personaje: justo antes de morir, cuando Miriam se encuentra cara a cara con Bruno parece recuperar la inocencia en su reacción.-

El cameo de Mr. Hitchcock puede verse en la escena en la que Guy llega a Metcalf para encontrarse con Miriam. El director sube al tren cargando un contrabajo.-


Existen al menos dos ediciones nacionales de Stranger on a train, distribuida como “Pacto siniestro”. La primera de ellas llamada “Triple presentación Hitchcock 3” incluye Stage fright (Pánico en la escena, Desesperación) y The trouble with Harry (Pero ¿quién mató a Harry?, El tercer tiro). La calidad de la imagen es muy buena y tiene subtítulos en español bastante bien hechos, con algún errorcito de ortografía en el comienzo. La otra es una doble presentación que incluye la llamada “versión británica” de Strangers on a train, que no es tal sino una versión previa modificada luego para el estreno. Esta versión no difiere demasiado de la versión definitiva, tiene un epílogo diferente, menos ingenioso, y hace mayor énfasis en la voracidad de Bruno. Yo recomiendo una versión importada que fue lanzada a la venta individualmente y también como parte integrante de un box set llamado The signature collection. El conjunto se completa con Foreign correspondent (Enviado especial), Mr. and Mrs. Smith (Matrimonio original), Suspicion (Sospecha), Stage fright (Pánico en la escena), I confess (Yo confieso, Mi secreto me condena), Dial M for murder (Crimen perfecto, La llamada fatal), The wrong man (Falso culpable, El hombre equivocado) y North by Northwest (Con la muerte en los talones, Intriga internacional). La calidad de la imagen y del sonido es excelente, al igual que la de los subtítulos en español. Se trata de un DVD doble que incluye ambas versiones (la definitiva y la de pre – estreno) y varios documentales interesantes, pero sin subtítulos en español.-